13. No plantar árboles en el templo (Dt. 16:21)
“No
plantarás ningún árbol para Asera cerca del altar de Jehová tu Dios, que tú
habrás hecho”
Como
parte del pacto que en su momento Dios hizo con su pueblo estableció normas
relativas a su única y exclusiva adoración excluyendo cualquier elemento
extraño de ésta.
Reiteradamente
le mandó a su pueblo que, en cuanto a la adoración hacia Él, hiciese como los
pueblos paganos que de la tierra prometida iban a expulsar.
Éxodo 23
23 Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a
la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del
jebuseo, a los cuales yo haré destruir. 24 No te inclinarás a sus
dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del
todo, y quebrarás totalmente sus estatuas.
Deuteronomio 12
29 Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de
ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su
tierra, 30 guárdate que no tropieces yendo en
pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de
sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses,
yo también les serviré. 31 No harás así a Jehová tu
Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus
dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses.
Uno
de aquellos cultos era el de Asera. Asera fue llamada la “madre de
todos los dioses”. Se le conoce entre los babilonios como Ishtar, originalmente
llamada Athirat (o Afdirad). Es la gran diosa semítica de la fecundidad. Sopdet
Para los egipcios. En la Biblia recibe el nombre de Astoret, pronunciación
desfigurada de la original 'Astart, mediante la inclusión de las vocales de la
palabra hebrea boset (vergüenza) según la costumbre de los rabinos, para
desprestigiar a las divinidades paganas. También se le considera diosa fenicia
de la vegetación. En Canaán, el culto a Astoret, muy común entre los cananeos
(vecinos de Israel), se encontraría presente también entre muchos israelitas
(Jue 2.13; 3.7; 1 S 7.3, 4) (ver El). La Biblia suministra detalles concretos
de ese culto: se veneraba a Astoret bajo la denominación de la “Reina de los
cielos” (Jer 44:17). Los niños recogían leña por las calles, los padres encendían
fuego con ella; las mujeres hacían tortas sacramentales con su figura; para
hacer ofrendas, se quemaba incienso y se hacían libaciones para que les fuera
propicia, pues se creía que de esta forma los asuntos marcharían mejor, de esta
manera la familia completa participaba de la idolatría, esta práctica se
extendió por todo el pueblo, lo que llevó a que el Dios de Israel se encendiera
en ira y derramara su furor contra el pueblo por causa de estas abominaciones
(Jeremías 7:18-20)
Dicho
culto implicaba el uso de árboles sagrados, sea que fuesen sembrados o bien
elegidos para usarlos en el culto de dicha diosa. Dios prohíbe el pretender
mezclar ambos cultos, el suyo y el de dioses paganos como el de Asera,
sembrando arboles de culto cerca del altar de Dios.
Una
tendencia humana es la de pretender darle un nuevo sentido a cultos antiguos
adjudicando el nuevo culto a Dios, lo cual Dios aborrece prohibiendo se haga
así. La idea es clara: Una pequeña desviación en el culto verdadero puede dar como
resultado un culto rechazado por Dios: “Hay camino que al hombre le parece
derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Más sin embargo
espiritualmente hay una mayor comprensión.
En
la escritura los árboles son símbolo del hombre
Salmo 1
1 Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová
está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prospera
Isaías
44
2 Así dice Jehová, Hacedor tuyo, y el que te formó
desde el vientre, el cual te ayudará: No temas, siervo mío Jacob, y tú,
Jesurún, a quien yo escogí. 3 Porque yo derramaré aguas sobre el
sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu
generación, y mi bendición sobre tus renuevos; 4 y brotarán entre hierba, como sauces
junto a las riberas de las aguas. 5 Este dirá: Yo soy de
Jehová; el otro se llamará del nombre de Jacob, y otro escribirá con su mano: A
Jehová, y se apellidará con el nombre de Israel.
Romanos
11
2 Así dice Jehová, Hacedor tuyo, y el que te formó
desde el vientre, el cual te ayudará: No temas, siervo mío Jacob, y tú,
Jesurún, a quien yo escogí. 3 Porque yo derramaré aguas sobre el
sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu
generación, y mi bendición sobre tus renuevos; 4 y brotarán entre hierba, como sauces
junto a las riberas de las aguas. 5 Este dirá: Yo soy de
Jehová; el otro se llamará del nombre de Jacob, y otro escribirá con su mano: A
Jehová, y se apellidará con el nombre de Israel.
El
culto de Asera, como se dijo, es ajeno al verdadero culto del Dios viviente,
veraz y verdadero. En ese sentido, ese sembrar cerca del altar de Dios un árbol
de Asera implica hacer parte de la vida de la iglesia a hombres, personas pues,
que tengan desviaciones doctrinales.
Entendamos
que la comprensión humana de las verdades divinas es limitada, principalmente
relacionado esto con lo que Dios mismo ha revelado. Pero también el hombre,
buscando entender cosas, razona y busca y puede llegar a ser una mezcla de
verdades y desviaciones. Es por ello que todo lo que uno explique debe pasar
por tres tamices: La doctrina de la iglesia, la Escritura y la vida de la
iglesia en estos dos mil años. Cualquier idea, por buena, noble que parezca, si
contradice alguno de estos dos puntos debe ser rechazada. De igual forma rechazar,
mucho menos dar autoridad, aquella persona –árbol pues- que, acercándose al
altar de Dios, la vida de los elegidos, trae ideas ajenas –culto de Asera- a la verdadera fe.
El
mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de no plantar árboles en el templo,
sigue vigente, más sin embargo espiritualizado referido a permitir, mucho menos
dar autoridad, aquella persona que, acercándose al altar de Dios, la vida de
los elegidos, trae ideas ajenas a la verdadera fe.

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