132. Esto también se requiere al llevar las primicias al templo (Dt. 26:5)


 

“Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa”

 

Como parte de la normativa dada por Dios respecto de los diezmos, existía la obligación de recitar una declaración al separarlos. La declaración está contenida en Deuteronomio 26:5-11

 

Deuteronomio 26:5-1

Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. 10 Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová.

 

Antes de abordar esta declaratoria, es importante entender el significado, natural y espiritual de la cuestión relativa a las primicias.

 

Como parte del pacto que Dios estableció con su pueblo, estipuló que las primicias de los primeros frutos fuesen llevados como ofrendas al Templo. Este acto tenía un simbolismo inmediato evidente en el sentido de reconocer las bendiciones de Dios y de otorgarle, en primacía, los primeros frutos que de la tierra se recogiesen.

 

Israel tenía dos tiempos para la cosecha: Uno en primavera y otro en otoño. En primavera se recogían los frutos que por su constitución natural la tierra daba en esa estación (Éxodo 23:16), pero había otros que por su misma naturaleza, no fructificaban sino hasta otoño. Lo señalado por Éxodo 23:19 aplicaba a los primeros frutos de la cosecha de primavera.

 

El cumplimiento de esta disposición se consideraba una de las siete fiestas de Dios: Pascua, Primicias, Panes sin Levadura, y Pentecostés —las cuales eran en primavera—, Trompetas, Expiación, y Tabernáculos —las cuales eran en otoño.

 

A esta fiesta también se le conoce con otros nombres: “fiesta de la siega” y “día de las primicias” (Éxodo 23:16: Números 28:26), así como “fiesta de las semanas” (Éxodo 34:22), esto por las siete semanas más un día (50 días) que debían contarse para determinar cuándo habría de celebrarse (Levítico 23:16). En el Nuevo Testamento se le llama Pentecostés (Hechos 20:16), del griego pentekostos, que significa quincuagésimo (en este caso: día)

 

Más allá de esta cuestión material existe una verdad subyacente en esta fiesta cuya comprensión permite entender el plan de Dios para con la humanidad para lo cual hay que considerar la misma a la luz del cumplimento en el Nuevo Testamento de la sombra que representaba en el Antiguo Testamento.

 

Como ya se comentó Pentecostés  (del griego πεντηκοστή, pentēkostḗ, quincuagésimo- resulta de dividir un todo en 50 partes iguales-), viene de la fiesta de Shavuot. Shavuot (del hebreo שבועות - plural de Shavúa - שבוע, semana), también se le conoce como la fiesta de las semanas (Éxodo 34:22) pues se contaban siete semanas desde el día siguiente en que se había ofrecido la gavilla de la ofrenda mecida -primicias- (Levítico 23:15; Deuteronomio 16:9) lo que daba cincuenta días (Levítico 23:16), cayendo así en el mes de Siván (Mayo-Junio).  Esta fiesta, la última de primavera, era la fiesta de la cosecha plena (Éxodo 23:16; 34:22) después de las primicias obtenidas cincuenta días antes. En esta fiesta no se hacía ningún trabajo de siervos (Levítico 23:21).

 

El cumplimiento de esta fiesta tiene su referente con la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y Discípulos, precisamente cincuenta días después de la fiesta de las Primicias, como dice Hechos 2:1-42:

 

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.

Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?

¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?

Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,

11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

13 Más otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.

16 Más esto es lo dicho por el profeta Joel:

17 Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;

18 Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

19 Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;

20 El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;

21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;

23 a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;

24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

25 Porque David dice de él:
    Veía al Señor siempre delante de mí;
    Porque está a mi diestra, no seré conmovido.

26 Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;

27 Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.

28 Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.

29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.

30 Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,

31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

33 Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

34 Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
    Dijo el Señor a mi Señor:
    Siéntate a mi diestra,

35 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. 

36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

40 Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

 

Jesús ya les había dicho a Sus discípulos que era menester que Él partiera para que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios fuese enviado, “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7), el cual les revelaría todas las cosas, “Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26), por eso después de resucitar Jesús se les apareció a sus Apóstoles “durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:3), pero partiendo antes de cumplirse los cincuenta días (Hechos 1:9) término en el cual habrían de recibir el Espíritu Santo (Hechos 1:4).

 

Esta fiesta tiene el referente histórico de su primer cumplimiento en Pentecostés, y a partir de ahí continúa el Espíritu Santo siendo derramado en todos aquellos creyentes que una vez bautizados reciben la imposición de manos para ello (Hechos 8:17; 19:6). A partir de Pentecostés ha comenzado la cosecha plena de aquellos que en Sus designios, el Padre ha considerado para ser llamados en esta era (Juan 6:37, 39, 44, 65).

 

Aquí lo interesante es la ofrenda mecida que son “dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura” (Levítico 23:17), ¿por qué es interesante?, porque la ofrenda de Primicias era un pan hecho con “dos décimas de efa de flor de harina amasada con aceite, ofrenda encendida a Jehová en olor gratísimo; y su libación será de vino, la cuarta parte de un hin” (Levítico 23:17), este pan de Primicias, como vemos, no tenía levadura,  pues representaba a Cristo, las primicias, y la levadura es un símbolo del pecado (Mateo 16:5-12), pero en la fiesta de pentecostés vemos que los dos panes (no uno, sino dos: “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación” -Efesios 2:14-), sí tiene levadura pues representa a todos los cristianos que si bien son pecadores han sido rescatados por el sacrificio redentor de Jesús.

 

De esta forma, la sombra relacionada con las primicias apuntaba al período actual de la era de la iglesia donde aquellos que han de ser salvos en el presente siglo están siendo recogidos para Dios en la figura de Su iglesia, el Cuerpo de Cristo, quienes buscan ser cualificados para ser con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero. 

 

Deuteronomio 26:5-1

Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. 10 Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová.

 

Ahora bien, volviendo sobre la declaración que debía hacerse al separar el diezmo, declaración contenida en Deuteronomio 26:5-1 y que decía “un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel.  Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová” hay una fuerte referencia al rescate que Dios hizo de su pueblo cuando éste vivía en esclavitud en Egipto, de hecho es la relatoría de aquel suceso, ahora bien, ¿qué relación tienen el rescate por parte de Dios sacándolo de Egipto y el significado de las primicias?, mucho si es que se entiende espiritualmente la realidad a la que apuntaba la sombra relativa a una fiesta relacionada precisamente con aquella salida: la Pascua.

 

La fiesta de la Pascua, inicia el calendario de las fiestas de Dios. Esta fiesta era celebrada por el Pueblo de Israel, conforme a la ordenanza, el 14 de Nisán. Nisán era el primer mes del calendario dado por Dios a Su pueblo, como es un calendario luni-solar no corresponde exactamente con el nuestro calendario actual, por lo que el mes de Nisán cae entre marzo y abril cada año, siendo que específicamente el 14 de Nisán puede caer en Marzo o en Abril cada año. Nisán abre el calendario dado por Dios a Su pueblo precisamente cuando la vida comienza de nuevo cada año, en lo que conocemos con primavera. La Pascua, así como las restantes fiestas que caen en primavera - Panes sin levadura, Primicias, y Pentecostés- marcan, al igual que las cosechas tempranas de esa estación, ese inicio con el que Jesús abrió la consumación del plan de Dios, el resto de las fiestas - Trompetas, Expiación, y Tabernáculos- de manera significativa caen en otoño, época de la recolección final de los frutos de la tierra, con lo que se cumplimenta el plan de nuestro Creador.

 

De manera trascendental la Pascua es una sombra del sacrificio redentor que en su momento haría por toda la humanidad. Pascua (פסחא, Pesaj), significa Pasar en referencia a cuando el ángel de la muerte pasó por alto las casas de los hebreos que habían marcado sus muertas con la sangre del cordero evitando la muerte de sus primogénitos cuando cayó la décima plaga sobre Egipto, esto es sombra del sacrificio de Cristo cuando derramando Su sangre nos libró de la esclavitud del pecado y nos salvó de la muerte.

 

Al igual que el cordero pascual, Cristo es seleccionado el día 10 de Nisán. El 9 de Nisán Jesús estaba en Betania (Juan 12:1), al día siguiente, 10 de Nisán,  va a Jerusalén y la gente lo aclama como el que viene en el nombre del Señor, como el rey de Israel (Juan 12:12-13).

 

La idea de tener el cordero pascual desde el 10 y hasta el 14 de Nisan era para inspeccionarlo y estar seguro que cumplía los requisitos dados de ser sin defecto, esto inicia cuando el 10 de Nisán Jesús echa a los mercaderes del Templo y es cuestionado por los sacerdotes por hacer eso, es decir, lo estaban examinando, dando Jesús en sus respuestas prueba de ser sin defecto alguno (Mateo 21:23-27; 22:35-40), esta examinación no terminaría sino hasta su sacrificio el día 14 de Nisán. Y todavía previo a este sería revisado por Anás, sumo sacerdote del Sanedrín (Juan 18:12-14), por Caifás, sumo sacerdote del Sanedrín (Mateo 26:57-68), por Herodes, rey de Judea (Lucas 23:6-12), y por Pilato, prefecto de la provincia de Judea (Mateo 27: 1-2, 11-14), en este sentido claramente este último, Pilato, llega a decir “No encuentro delito en este hombre” (Lucas 23:4).

Ahora veamos algo impresionante que tiene que ver con el momento en que debía celebrarse la Pascua, hacerse el sacrificio pascual. ¿Alguna vez te has preguntado de que si existiera un momento específico y exacto para la Pascua tendríamos un problema ya que o Jesús la celebró en el momento correcto mientras que Su sacrificio fue en el momento incorrecto o bien Jesús la celebró en el momento incorrecto y Su sacrificio fue en el momento correcto? ¿Cómo conciliar estos dos momentos?

 

La pascua debía ser celebrada la noche del 14 de Nisán (Éxodo 12:6,8), entre las dos tardes (Levítico 23:5), el 14 de Nisán (Números 28:6), a la puesta del sol (Deuteronomio 16:6).  Éxodo, Números y Deuteronomio no dejan lugar a dudas que la celebración de la Pascua sería al inicio de Nisán (recordar que para Dios los días se calculan de tarde en tarde, es decir el día comienza caída del sol y termina hasta la siguiente caída del sol -Génesis 1.5 “la tarde y la mañana de un día”-), por lo que su celebración sería a la caída del sol, cuando comienza la noche propiamente dicho. Sobre la cuestión del término las dos tardes de Levítico 23:5 para el sacrificio de la Pascua, es asombroso como es que Jesús cumplió con las dos interpretaciones existentes. Para los Saduceos y los Samaritanos “entre las dos tarde” significa al anochecer, ya que de esta manera definen el período de tiempo que va desde la puesta del sol a la oscuridad total. Por esta razón ellos sacrificaban al cordero inmediatamente después a la puesta del sol del 14 de Nisán y es decir que cenaba al comienzo del 14 de Nisán, como lo hizo Jesús (Mateo 26:20). Mientras que los fariseos consideraban que “la primera tarde” como el tiempo posterior a la primera caída del sol, es decir, después del mediodía hasta la hora novena (las 15.00 hrs.) y la segunda tarde desde la hora novena hasta la puesta del sol. Por eso sacrificaban al cordero “entre las dos tardes” es decir entre la novena y la décima hora (entre las 15:00 y 16:00 hrs.) y lo comían a la noche, es decir al comienzo del 15 de Nisán, por eso después de la Santa Cena, al día siguiente cuando Jesús es llevado al Pretorio, algunos de los sacerdotes no entraron para poder luego celebrar la Pascua (Juan 18:28). Jesús cumplió ambas interpretaciones, que al parecer y solo por esto pueden ser válidas ya que celebró la Santa Cena al inicio del 14 de Nisán, a la puesta del sol, iniciando la noche (dejándonos ese memorial para siempre) y a la vez fue muerto “entre las dos tardes”, es decir, a la hora novena (Mateo 27:45-56), 15:00 horas. Así que tenemos un momento para la celebración (al inicio del 14 de Nisán) y otro para la consumación (14 de Nisán, entre “dos tardes”), siendo que ambos los cumplió Jesús.

 

Jesús celebró la Santa Cena al inicio del 14 de Nisán (Mateo 26:20), fue muerto en la cruz el 14 de Nisán entre dos tardes (Mateo 27:50, 57-60), fue muerto en Jerusalén, dónde Dios había establecido se celebrara la Pascua (Juan 12:12, 19:4; Marcos 15:25) aunque fuera de sus puertas como ofrenda por el pecado (Levítico 4:12), y no se le quebró hueso alguno (Juan 19:36). La sombra de comer la carne del cordero pascual –lo cual sólo podía hacerlo todo siervo comprado (1 Timoteo 2:6; Romanos 3:25; Hebreos 10:12)- se clarifica cuando “Jesús [ ] dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53).

 

Sobre esto, el profeta Isaías predijo el sacrificio supremo de Jesucristo: al señalar que “más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Isaías profetizó además que “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (v. 6). El Mesías iba a ser “angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (v. 7). “Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido” (v. 8).

 

El rey David, cuyos escritos se remontan unos 1.000 años antes de la muerte de Cristo, también profetizó sobre la humillación y el dolor insoportable que sufriría Jesús durante su crucifixión: “más yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.  Todos los que me ven me escarnecen” (Salmos 22:6-7). “He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.  Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan” (Salmos 22: 14-17)

Los alcances de este sacrificio, si bien estaban contenidos en sombra en la celebración de la pascua judía, serían claramente expuestos en los primeros años de la iglesia de Dios. Pedro hablando al respecto señalo sobre Jesús en 1 Pedro 2:24 que “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Pablo escribiendo a los Hebreos señaló en cuanto a Jesús que “en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26);  escribiendo a los Romanos señaló que “Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6), escribiendo a los Corintios les dijo que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7)

Si bien la reconciliación que el sacrificio redentor de Jesús con su muerte nos ganó ante el Padre, el efecto pleno de esto excede incluso lo que pudiéramos decir o pensar: ser parte de Su familia divina (Efesios 2:19) como reyes y sacerdotes (Revelación 5:10) y coheredar con Jesús todas las cosas (Romanos 8:32).

 

De esta forma, si se considera el sentido espiritual de las primicias presentadas en el templo referido al período actual de la era de la iglesia donde aquellos que han de ser salvos en el presente siglo están siendo recogidos para Dios en la figura de Su iglesia, el Cuerpo de Cristo, quienes buscan ser cualificados para ser con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero, y se relaciona eso con la oración que se tenía que decir al presentar dichas primicias, oración que apuntaba al rescate por parte de Dios de su pueblo al sacarlo de la esclavitud de Egipto, referenciado eso con la fiesta de la Pascua la cual apunta al sacrificio redentor de Jesús, es más que clara que aquella oración, apuntando a dicho sacrificio, habilitaba a todos aquellos que habrían de ser como aquellas primicias para que, respondiendo al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, llegasen a ser parte de la familia de Dios.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que se debe recitar una declaración al llevar las primicias al templo, sigue vigente más sin embargo espiritualizado referido a aquel evento que hizo posible que estas primicias espiritualmente hablando, los elegidos que en el presente siglo están siendo recogidos para formar parte de la familia de Dios, pudiesen presentarse como primicias en el siglo presente con la promesa de ser reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero.


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