89. También deben comer la carne de las ofrendas por el pecado y la culpa (Éx. 29:33)
“Y
comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos
para consagrarlos; más el extraño no las comerá, porque son santas”
Éxodo
29:33 contiene la indicación de que los sacerdotes que participaban en los
procesos de expiación referidos a las ofrendas por el pecado y por la culpa debían
comer de dichas ofrendas. Todos los holocaustos, sacrificios y ofrendas del
Antiguo Pacto apuntaban a ese sacrificio pleno, completo y total de nuestro Señor
Jesucristo, luego entonces, en el contexto de lo que indica Éxodo 29:33, es
menester este significado a la luz de ambas ofrendas.
Respecto
de las ofrendas por el pecado, Levítico 4 contiene las prescripciones
establecidas por Dios como parte de Su pacto con Su pueblo respecto de las
ofrendas por el pecado.
Las
ofrendas por el pecado, como lo señala Levítico 4:2, éstas se relacionaban
directamente con Dios y la violación a sus mandamientos, a diferencia de las
ofrendas por la culpa, que norma Levítico 7, y que se relaciona directamente
con el prójimo y las prescripciones relativas a la relación con él. Es decir,
se incurre en pecado ante Dios cuando se violan sus mandamientos, se incurre en
culpa con el prójimo cuando se incumplen las normas que rigen la relación con
él.
Había
tres consideraciones dependiendo de quién cometiera el pecado si un sacerdote
(v. 3), si el pueblo (v. 13), si alguno de los jefes (v. 22), o bien, si alguno
de los integrantes del pueblo (v. 27). El procedimiento era prácticamente el
mismo, en lo que variaba era en la ofrenda por el pecado: en el caso del
sacerdote la ofrenda era un becerro (v. 3), en el caso del pueblo también era
un becerro (v. 14), en el caso de alguno de los jefes era un macho cabrío (v.
23), y en el caso de alguno de los
integrantes del pueblo era una cabra sin defecto (v. 28).
Respecto
del procedimiento, que era prácticamente el mismo para todos los casos, quien
buscaba expiación llevaba el animal para la ofrenda y ponía sus manos sobre éste,
luego el mismo era degollado y el sacerdote rociaba con la sangre siete veces
hacia el velo del santuario untando parte de esta sobre los cuernos del altar
de incienso que estaba en el lugar santo echando el resto de la sangre a los
pies del altar de bronce que estaba en el atrio, de la ofrenda se tomaba la
grasa que cubría los intestinos, los dos riñones y la grasa que estaba sobre
ellos, la grasa que estaba sobre el hígado haciendo arder todo esto sobre el
altar de bronce, de igual forma la piel de la ofrenda, su carne, su cabeza, sus
piernas, sus intestinos y su estiércol eran quemados pero fuera del campamento.
En
cuanto a las ofrendas por la culpa, Levítico 7 contiene las prescripciones
establecidas por Dios como parte de Su pacto con Su pueblo respecto de las
ofrendas de culpa, las cuales, como señala el versículo 7, se harían de igual
forma de cómo se hacían los sacrificios por el pecado señalados en Levítico 4,
“como el sacrificio por el pecado, así es el sacrificio por la culpa; una misma
ley tendrán; será del sacerdote que hiciere la expiación con ella”.
Las
ofrendas por la culpa, como lo señala Levítico 5:1-4, se relacionaban
directamente con el prójimo y las prescripciones relativas a la relación con
él, a diferencia de las ofrendas por el pecado, que como lo señala como lo
señala Levítico 4:2, se relacionaban directamente con Dios y la violación a sus
mandamientos. Es decir, se incurre en culpa con el prójimo cuando se incumplen
las normas que rigen la relación con él, se incurre en pecado ante Dios cuando
se violan sus mandamientos.
Las
ofrendas por la culpa debían hacerse en los casos de que, por ejemplo, un
testigo de un asunto no testificase o no informase al oír una maldición pública,
alguien que inconscientemente se hiciese inmundo por haber tocado un cuerpo
muerto o una persona inmunda o alguien que de manera imprudente o irreflexiva
jurara hacer o no hacer algo (Levítico 5:1-4).
Respecto
del procedimiento, el cual se comentó relativo al sacrificio por el pecado,
quien buscaba expiación llevaba el animal para la ofrenda y ponía sus manos
sobre éste, luego el mismo era degollado y el sacerdote rociaba con la sangre
siete veces hacia el velo del santuario untando parte de esta sobre los cuernos
del altar de incienso que estaba en el lugar santo echando el resto de la
sangre a los pies del altar de bronce que estaba en el atrio, de la ofrenda se
tomaba la grasa que cubría los intestinos, los dos riñones y la grasa que
estaba sobre ellos, la grasa que estaba sobre el hígado haciendo arder todo
esto sobre el altar de bronce, de igual forma la piel de la ofrenda, su carne,
su cabeza, sus piernas, sus intestinos y su estiércol eran quemados pero fuera
del campamento.
De
manera especial y reiterativa se menciona, respecto de los holocaustos,
ofrendas y sacrificios, las maneras en que debían de disponerse en estos de la
sangre (Levítico 1:5, 11), la cabeza y el sebo (1:8, 12), las entrañas y las
patas (1:9, 13), y los riñones y el sebo (3:3-4, 9-10, 14-15). Todas estas
sombras tiene su realización plena, en cuanto a significado, en la frase “Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas” (Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37). La sangre representa toda la vida en
sí (Levítico 17:11), la cabeza representa los pensamientos, es decir, lo que
creemos (Deuteronomio 6:8), el sebo, las entrañas y los riñones nuestro
interior, sobre todo la fuerza (Job 30:27), las patas nuestro andar, es decir lo que hacemos
(Jeremías 6:16; Oseas 14:9), en cuanto al estiércol éste representa aquello que
debe ser desechado de la vida propia (Deuteronomio 23:13) para vivir solo para
Dios. De esta forma las sombras del trato especial a estas partes de los
holocaustos, ofrendas y sacrificios eran un referente de la manera en que uno
debe entregarse a Dios: con toda nuestra mente, nuestro corazón, nuestra
voluntad, nuestras fuerzas, nuestro ser; lo que pensamos, hacemos, decimos,
sentimos.
Ahora
bien, tanto en el caso de las ofrendas por el pecado como en el caso de las
ofrendas por la culpa, éstas eran sombras de lo venidero, en este caso,
apuntaban al sacrificio redentor de Jesús.
1 Pedro 3:18
Porque también Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu
1 Juan 2:2
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y
no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Colosenses
1:22
sin embargo,
ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de
presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él,
Pablo
disertando sobre esto señala en su carta a los hebreos
Hebreos
10
1 Porque la
ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las
cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente
cada año, hacer perfectos a los que se acercan.
2 De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una
vez, no tendrían ya más conciencia de pecado.
3 Pero en
estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados;
4 porque la
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.
5 Por lo
cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio
y ofrenda no quisiste;
Mas me
preparaste cuerpo.
6 Holocaustos
y expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces
dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.
8 Diciendo
primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no
quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),
9 y
diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo
primero, para establecer esto último.
10 En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre.
11 Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;
12 pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
13 de ahí en
adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
14 porque
con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
15 Y nos
atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
16 Este es
el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré,
17 añade:
Y nunca
más me acordaré de sus pecados y transgresiones.
18 Pues
donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
19 Así que,
hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo,
20 por el
camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
21 y
teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos
con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió.
24 Y
considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
25 no
dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos;
y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Y
más específicamente, sobre la sombra de las partes de la ofrenda que eran
quemadas fuera del campamento Pablo de igual forma escribe
Hebreos
13
11 Porque
los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida
en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.
12 Por lo
cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre,
padeció fuera de la puerta.
13 Salgamos,
pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio;
14 porque no
tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.
15 Así que,
ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto
de labios que confiesan su nombre.
16 Y de
hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se
agrada Dios.
De esta forma todo lo referido tanto a
la ofrenda por el pecado como a la ofrenda de la culpa se cumple en Cristo: la
vida en sí misma —sangre— y la fuerza de ésta —grasa— se ofrece en holocausto a
Dios; los pensamientos —cabeza—, lo externo —piel—, la manera de caminar
—piernas—, lo que se es —carne—, incluso aquello que debe desecharse de la vida
—estiércol—, es quemado fuera del campamento, consumido como parte de vivir en
el mundo, sí, pero si ser parte del mundo, viviendo para Dios. Ambas cosas
están relacionadas, lo último permite lograr lo primero. De nueva cuenta, como
escribe Pablo en Hebreos 10:5-7 “por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio
y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por
el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”.
De igual forma, si uno es seguidor de
Cristo, una vez aceptado su ofrenda por el pecado y/o su ofrenda por la culpa,
debe vivir santamente para Dios, “el que dice que permanece en él [Jesús], debe
andar como él anduvo” (1 Juan 2:6), “Sed imitadores de mí, así como yo de
Cristo” (1 Corintios 11:1), lo cual implica ofrecer de igual forma nuestra vida
al Padre, no en expiación por nuestros pecados, lo cual ya fue cumplimentado
por Jesús, sino como parte de esa vida a la que hemos sido traídos al aceptar
el llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo: “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional. No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos
12:1-2).
Ahora bien, una vez entendido la
comprensión subyacente a las ofrendas por el pecado y las ofrendas por la
culpa, ¿por qué Éxodo 29:33 señalaría que el sacerdote debe de comer de la
carne de las ofrendas por el pecado y la culpa?
Los elegidos que hemos respondido al
llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo somos considerados
en dicho llamamiento como reyes y sacerdotes en el reino venidero (Revelación 1:6;
5:10), siendo que desde ya participamos con Cristo en esas funciones aunque en
el siglo actual preponderantemente de la de ser profetas.
Con todo y todo eso no nos eximen de
que, por causa de la fragilidad de nuestra actual carnalidad, tropecemos,
caigamos, vaya: pequemos, de ahí que el haber respondido a aquel llamamiento no
nos exime de dos cosas: la primera, de tener en Cristo abogado ante el Padre ante
los tropiezos, las caídas, los pecados en que incurramos; y la segunda, que
debemos seguirnos alimentando de Cristo, es decir de la Palabra, tanto la
escrita, la Biblia, como la hecha carne, Jesús.
El
mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que los sacerdotes también
deben comer la carne de las ofrendas por el pecado y la culpa, sigue vigente,
más sin embargo espiritualizado referido a la participación que cada uno de los
elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación
en el presente siglo tenemos de buscar el perdón de Dios por medio de
Jesucristo en cuanto a los pecados y las culpas en que incurramos incluso después
de haber sido bautizados así como el de seguirnos alimentando tanto de la
Palabra escrita, la Biblia, como de la Palabra echa carne, Jesús, tal cual
corresponde a todo hijo de Dios.

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