76. La mujer debe llevar un sacrificio después del parto (Lv. 12:6)


 

“Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote”

 

La disposición sobre cómo conducirse una vez que la mujer ha dado a luz está establecida en Levítico 12

 

Levítico 12

Habló Jehová a Moisés, diciendo:

Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda.

Y al octavo día se circuncidará al niño.

Más ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación.

Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre.

Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote;

y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija.

Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia.

 

EL término referido a inmundicia que puede verse en estas disposiciones respecto del estado de la mujer no implican relación alguna con el pecado, sino, como apunta el término hebreo utilizado para ello, וְטָמְאָ֥ה, wə · ṭā · mə · 'āh, a algo que no es apto, ¿y para qué no es apta en ese tiempo la mujer?, para muchas cosas pues se está recuperando del proceso de parto. La prueba que esa inmundicia no deviene de alguna cuestión relativa al pecado es que la mujer, una vez que hubiese cumplido los días de su purificación, viene al Tabernáculo pero no presenta ofrenda alguna por el pecado sino solo holocausto y expiación.

 

Para entender esto de la inmundicia en la mujer después del parto y la necesidad de un plazo de purificación hay que tener en mente que muchas de las disposiciones dadas por Dios para con su pueblo y consignadas en Levítico tienen la intención de cuidar, entre otras cosas, la salud del pueblo, siendo que en este caso, se cuida a la mujer para ello. Por otro lado, a diferencia de muchas culturas, incluso en la actualidad, se requiere de un contacto constante presente los primeros días de alumbramiento para generar el vínculo que requiere el bebé para su desarrollo, vínculo que, en el caso de estas disposiciones, se genera al no tener otra cosa que hacer la mujer, por señalarse inmunda y por requerirse días de purificación, que cuidar de su bebé.

 

Sobre estas disposiciones hay que observar es la diferencia entre los días de la inmundicia para la mujer una vez dado a luz sea niño o sea niña, siete y catorce días respectivamente (vv. 2 y 5) y la diferencia entre los días en que debería estarse purificando sea que hubiere dado a luz sea niño o sea niña, treinta y tres y sesenta y seis días respectivamente (vv. 4 y 5). Sobre esta diferencia, 1 Pedro 3:7 puede dar luz para entender el tratamiento desigual: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. De esta forma, esa fragilidad mencionada por Pedro, que no debe entenderse en sentido de menoscabo de la mujer, ha sido considerada por Dios para otorgar una diferencia de tiempos requeridos en los cas descritos requeridos por la mujer para atender a su bebé.

 

En cuanto al sentido espiritual de esto, lo primero que hay que considerar es que una mujer en la Escritura simboliza una iglesia.

 

2 Corintios 11:2

Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.

 

Efesios 5

25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,

26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,

27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

 

Lo segundo, siguiendo la línea de pensamiento establecida por 1 Pedro 3:7, entre aquellos que vienen a la iglesia, puede uno identificar dos tipos: aquellos más fuertes en la fe y aquellos que son más débiles.

 

Romanos 14

Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.

Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.

El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.

¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.

El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.

Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

11 Porque escrito está:
    Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
    Y toda lengua confesará a Dios. m

12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.

14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; más para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.

15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.

16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;

17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.

19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.

21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.

23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

 

Con todo y todo el tiempo señalado por Levítico 12:1-8 se refiere al tiempo de la mujer para dedicárselo a su bebé, sea este niño o niña, de esta forma, en sentido espiritual, la iglesia a los que recién llega a ella debe darles tiempo de instrucción, edificación, corrección y santificación, menos a los fuertes en la fe, más a los débiles en la fe, cuidando incluso a los unos de los otros, pero no dejando al recién llegado sólo en tanto éste crece en el conocimiento de Dios y Su Hijo, buscando pase del alimento líquido, las verdades de salvación, al alimento sólido, las verdades de somprensión.

 

En el caso del cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación que como dice Levítico 12:6 que se toman una vez cumplidos por la mujer los días de su purificación, como todos los sacrificios del Antiguo Testamento, apuntan a Cristo, al Mesías resucitado.

 

1 Pedro 3:18

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu

 

1 Juan 2:2

Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

 

Colosenses 1:22

sin embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él,

 

Pablo disertando sobre esto señala en su carta a los hebreos

 

Hebreos 10

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.

De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado.

Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados;

porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

Por lo cual, entrando en el mundo dice:
    Sacrificio y ofrenda no quisiste;
    Mas me preparaste cuerpo.

Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí. 

Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),

y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último.

10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;

12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,

13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;

14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:

16 Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré, 

17 añade:
    Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 

18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,

20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,

21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.

24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;

25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que la mujer debe llevar un sacrificio después del parto, sigue vigente, más sin embargo espiritualizado referido, el sacrificio presentado, a Cristo, por cuya sangre hemos sido comprados, y en el caso de los tiempos establecidos previos, a ese tiempo que la iglesia debe dedicar a los que recién llegan a ella, sean fuertes en la fe o débiles en la fe, para ayudarle al inicio en esa delicada etapa referida  a su crecimiento en la fe, buscando que ambos pasen del alimento líquido, las verdades de salvación, al sólido, las verdades de comprensión, tal cual corresponde a todo hijo de Dios.


Comentarios

Entradas populares de este blog

37. No imitar sus conversaciones con espíritus familiares (Dt. 18:10,11)

53. Una israelita no puede casarse con un amonita o un moabita aunque se convierta (Dt. 23:4)

36. No imitar sus consultas a los muertos (Dt. 18:10,11)