25. Los sacerdotes deben prender las lámparas todos los días (Éx. 27:20,21)


“Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas. En el tabernáculo de reunión, afuera del velo que está delante del testimonio, las pondrá en orden Aarón y sus hijos para que ardan delante de Jehová desde la tarde hasta la mañana, como estatuto perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones”

Parte de las obligaciones que los sacerdotes tenían referidas al culto estaba la prescripción referida a mantener encendidas las lámparas del templo, esto implicaba alimentarlas correctamente con el aceite requerido para ello y —muy importante— no dejar que el fuego se apagase.

En la actualidad no existe más el Templo en Jerusalén, de hecho esto fue profetizado por Cristo cuando a la mujer samaritana, en respuesta a dónde debía adorarse a Dios, le dice “que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:21, 23), con todo y todos los elegidos que han respondido al llamamiento del Padre han llegado a ser ellos mismos templos vivientes donde el Espíritu de Dios mora, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19).

Estos mismos elegidos están llamados a ser reyes y sacerdotes con Cristo (Revelación 1:6; 5:10) y en la actualidad participan del sacerdocio de Jesús, “por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).

En ese orden de ideas, la disposición de encender las lámpara del Templo, de alimentarlas, de no dejar que se apague, sigue vigente, más sin embargo referida a esa realidad donde en la actualidad se adora al Padre en Espíritu y verdad.

La lámpara por excelencia del Templo, y de dónde se obtiene el entendimiento para el resto de luces en el mismo, era el candelero de oro que estaba en lugar santo. Lo más significativo del candelabro de oro era que el mismo contenía siete lamparillas (Éxodo 25:37), estas lamparillas estaban dispuestas tres de un lado, tres de otro y una en medio. La función del candelabro era alumbrar y en la Escritura la luz es símbolo de la verdad que deviene del Padre y que alumbra la vida de Sus hijos (Salmos 119:105; Proverbios 6:23), siendo así que aquí se agrega la cuestión de siete lamparillas las cuales son referencia de los siete espíritus de Dios (Isaías 11:2), es así como el candelabro de oro simboliza al Santo Espíritu del Padre que imbuye de vida a los llamados a salvación y que alumbra su camino mientras en este mundo van.

Los elegidos están en el presente siglo llamados no sólo a tener esa luz en su interior sino a alumbrar al mundo con la misma, “vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.  Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16). De igual forma los elegidos están exhortados de manera perentoria a no dejar apagar esa luz en su interior, “y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).

¿Y la referencia al aceite con que las mismas deben alimentarse? El aceite es símbolo del Espíritu Santo (Isaías 61:1; Hechos 10:38), ¿y por qué el aceite debía ser de olivas? El versículo 17 de Romanos 11 es el que permite entender esta cita. Para ello es menester fijarse que hay tres actores en esta relatoría: las ramas naturales, las ramas injertadas y la raíz. Las ramas naturales tal como se deduce de la exposición de ideas (v. 11 ss) es el pueblo histórico de Israel, las ramas injertadas (v. 11 ss) son los gentiles, pero ambos son sostenidos por la raíz, ahora bien la raíz no es la rama, la raíz es lo que sostiene a ambas ramas: el pueblo histórico de Israel y los gentiles, la raíz, que es una, es la familia de Dios, la congregación del Antiguo Testamento (Hechos 7:38), el pueblo histórico de Israel, y la iglesia de Dios del Nuevo testamento (Mateo 16:18), a esa raíz pudiéramos referirnos como al Israel de Dios (Gálatas 6:16), entendiendo Israel, como ya se comentó, a todo aquel que vence, considerado por ello parte de la familia de Dios (Efesios 2:19).   Por su parte la referencia al machacar apunta al proceso de acrisolamiento mediante los cuales los hijos de Dios van adquiriendo el carácter perfecto y santo de Dios (1 Pedro 1:7; Job 23:10).

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que los sacerdotes deben prender las lámparas todos los días sigue vigente más sin embargo espiritualizado referido a la luz que los elegidos, símbolo del Espíritu Santo que habita en cada uno, debe cada día, todos los días, alumbrar su andar por el Camino y al mismo tiempo alumbrar al mundo donde llamados se está para mostrar a través de las obras la fe que uno dice profesar, tal cual corresponde a un hijo de Dios.

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