225. La persona culpable de homicidio no intencionado debe ser exiliada (Nm. 35:25)


 “y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo”

 

Como parte del pacto que en su momento Dios hizo con su pueblo estableció unos criterios relacionados con aquel que matase sin intención a otro.

 

Deuteronomio 19

1Cuando Jehová tu Dios destruya a las naciones cuya tierra Jehová tu Dios te da a ti, y tú las heredes, y habites en sus ciudades, y en sus casas; te apartarás tres ciudades en medio de la tierra que Jehová tu Dios te da para que la poseas. Arreglarás los caminos, y dividirás en tres partes la tierra que Jehová tu Dios te dará en heredad, y será para que todo homicida huya allí.

Y este es el caso del homicida que huirá allí, y vivirá: aquel que hiriere a su prójimo sin intención y sin haber tenido enemistad con él anteriormente; como el que fuere con su prójimo al monte a cortar leña, y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, saltare el hierro del cabo, y diere contra su prójimo y este muriere; aquel huirá a una de estas ciudades, y vivirá; no sea que el vengador de la sangre, enfurecido, persiga al homicida, y le alcance por ser largo el camino, y le hiera de muerte, no debiendo ser condenado a muerte por cuanto no tenía enemistad con su prójimo anteriormente. Por tanto yo te mando, diciendo: Separarás tres ciudades. Y si Jehová tu Dios ensanchare tu territorio, como lo juró a tus padres, y te diere toda la tierra que prometió dar a tus padres, siempre y cuando guardares todos estos mandamientos que yo te prescribo hoy, para ponerlos por obra; que ames a Jehová tu Dios y andes en sus caminos todos los días; entonces añadirás tres ciudades más a estas tres, 10 para que no sea derramada sangre inocente en medio de la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad, y no seas culpado de derramamiento de sangre.

11 Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades, 12 entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera. 13 No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien.

 

Esta misma normativa puede encontrarse en Números, pero en este caso se agrega información adicional que puede servir para entender el significado espiritual de la misma.

 

Números 35

Habló Jehová a Moisés, diciendo: 10 Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la tierra de Canaán, 11 os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. 12 Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación. 13 De las ciudades, pues, que daréis, tendréis seis ciudades de refugio. 14 Tres ciudades daréis a este lado del Jordán, y tres ciudades daréis en la tierra de Canaán, las cuales serán ciudades de refugio. 15 Estas seis ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el extranjero y el que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención.

16 Si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 17 Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 18 Y si con instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. 19 El vengador de la sangre, él dará muerte al homicida; cuando lo encontrare, él lo matará. 20 Y si por odio lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere; 21 o por enemistad lo hirió con su mano, y murió, el heridor morirá; es homicida; el vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare.

22 Mas si casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento sin asechanzas, 23 o bien, sin verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era su enemigo, ni procuraba su mal; 24 entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes; 25 y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. 26 Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió, 27 y el vengador de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello; 28 pues en su ciudad de refugio deberá aquel habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de su posesión.

 

Como puede verse en la disposición anterior, la anterior prerrogativa solo era aplicable para los casos de lo que ahora podríamos llamar homicidio involuntario, incluso se dan unos ejemplos para que quede claro esto siendo que, en el caso del homicidio voluntario, y ahí mismo lo aclara, no aplicaba tal normativa.

 

Esta era una disposición que buscaba de manera justa hacer frente a una situación que era muy probable que se presentase y que se refiere a cuando un accidente ocasionase la muerte de alguien más.

 

Con todo y todo, como puede verse, Números agrega información adicional, dos específicamente, la primera es que tres ciudades de refugio estaban al otro lado del Jordán mientras que las otras tres estaban en la Tierra Prometida, la segunda es que el homicida involuntario debía residir en la ciudad de refugio a la que acudiese hasta que muriese el Sumo Sacerdote.

 

Pero también tiene una connotación espiritual y, dado que toda la Ley apunta a Cristo, (Romanos 10:4), esto tiene que ver con Él. Veamos.

 

Es interesante que esta normativa se encuentre en Números y Deuteronomio. Veamos espiritualmente por qué. Éxodo es un libro que tratan de una Congregación, mientras que Deuteronomio trata de otra, en Éxodo está la congregación que salió de Egipto, pero en Deuteronomio está la congregación que entraría a la Tierra Prometida, entre ambas hay un espacio de cuarenta años, período de tiempo en el cual la primera generación falleció siendo los hijos de ésta, la congregación de Deuteronomio, los que entrarían en la Tierra de Canaán.

 

Números y Levítico es la etapa transitoria entre ambas congregaciones. Es por eso que la noción del Sumo Sacerdote señalada respecto de aquella normativa, se encuentra en Números, pero no en Deuteronomio, ya que esa figura, que apunta a Jesús, es la que divide la historia de la salvación en antes de su muerte y después de su muerte. El primer momento apunta a la congregación del pueblo histórico de Israel relativa a lo que conocemos como el Antiguo Testamento, el segundo momento apunta a la congregación del pueblo espiritual de Israel, la iglesia de Dios, relativa a lo que conocemos como el Nuevo Testamento. Es por eso que Deuteronomio no menciona lo relativo al Sumo Sacerdote –aunque en lo material aplicaba lo señalado por Números– pero espiritualmente implica que se refiere al momento posterior de su muerte cuando el plan de salvación ha sido cumplimentado con su sacrificio redentor.

 

Siguiendo en esta misma línea de pensamiento puede verse que la cuestión de las seis ciudades de refugio no se completaría sino hasta que Israel tomase posesión de la Tierra Prometida, siendo que iniciaría con tres, de un lado del Jordán, para llegar a seis una vez que se hubiese hecho de la tierra de Canaán. Esto apunta que lo referido al plan de salvación, en el Antiguo Testamento estaría incompleto pues Jesús aún no había muerto por nuestros pecados, pero para cuando Israel, más bien: la nueva generación de Israel, tomase posesión de la tierra prometida, dicha normativa se cumpliría al alcanzar las seis ciudades establecidas.

 

Ahora bien, ¿por qué seis ciudades? Porque el seis es el número del hombre pues éste fue creado al sexto día (Génesis 1:24-26), ¿y a qué, o más bien: a quién apunta esto? Toda la Ley apunta a Jesús, de ésta forma esto también apunta a Él, máxime cuando se considera que, considerando que las ciudades de refugio eran para salvar la vida del homicida involuntario, solo en Jesús puede encontrar uno salvación. De esta forma aquellas seis ciudades, apuntan, referido al seis, al hombre, y considerando que las mismas salvaban al homicida involuntario, al hombre en el que hay salvación, de nuevo: solo Jesús.

 

Por último, como ya se vio, la normativa indica que debían construirse seis ciudades, si bien se empezaba con tres debía llegarse a seis, esto es una referencia a que no había dos normativas sino solo una, y dado que, como ya se comentó, se refiere a dos momentos de la historia, específicamente a dos congregaciones en esos dos momentos,  el simbolismo es claro que se refiere a una sola cosa relacionado esto con aquellos dos pueblos de los cuales el sacrificio redentor de Jesús hizo uno (Efesios 2:14).

 

La parte interesante, referida al llamamiento al que se ha respondido, es aquella señalada en Deuteronomio 19:3 que señala “arreglarás los caminos”, que curiosamente, y por lo dicho anteriormente, no se encuentra en Números, ya que no aplica al pueblo histórico de Israel sino al pueblo espiritual de la iglesia de Dios, y que se refiere a ser partícipes, a través del cumplimiento de la Gran Comisión, de arreglar aquellos caninos por medio de los cuales, quienes Dios en su designio establezca para el presente siglo, pueda venir a salvación aceptando el sacrificio de Jesús para su redención y a Él como su Señor y Salvador.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que la persona culpable de homicidio no intencionado debe ser exiliada, sigue vigente, más sin embargo espiritualizado referido al sacrificio redentor de Jesús, único hombre salvador, nuestro Sumo Sacerdote, quien, con su sangre derramada, nos reconcilió de una vez y para siempre con el Padre, haciendo de los dos pueblos uno solo.


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