218. El que se acostase con una virgen debe casarse con ella y nunca puede divorciarse (Dt. 22:29)


 

“entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días”

 

Parte de las normas que en su momento dio a su pueblo como parte del pacto concertado tenían que ver con diversas cuestiones sociales, una de ellas la referida a las relaciones hombre y mujer.

 

Deuteronomio 22

28 Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren descubiertos; 29 entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días.

 

La cita anterior, incluso de manera natural, debe entenderse cabalmente ya que, como puede verse, no se trata de una relación adulterina, la cual estaba penada con muerte (Deuteronomio 22:22), tampoco de una situación donde, aunque no estuviesen casados, ya hubiese un compromiso de por medio (Deuteronomio 22:23-24), tampoco se trata de una violación (Deuteronomio 22:24-25), en ese sentido se trataba de una situación donde ambos, hombre y mujer, ajenos a todo compromiso, tuvieren relaciones íntimas, en ese sentido se consideraba que ambos, consintiendo, habían entrado en una relación que solo requería la oficialización ante la comunidad, a saber: el matrimonio.

 

Naturalmente se entiende, pero espiritualmente tiene mucha mayor comprensión pues esto permite entender ¿cuándo se casan los cónyuges: cuándo realizan la oficialización, pidiendo la bendición de Dios, ante la congregación o al sostener de manera libre, sin compromisos previos y voluntaria relaciones íntimas?

 

La mayoría de las iglesias que se dicen cristianas siguen condenando el adulterio, pero para ello es menester entender cuándo hombre y mujer se consideran ante Dios como esposo y esposa. Comprender esto nos permitirá entender lo señalado Deuteronomio 22:28-29.

 

Uno pudiera pensar que las iglesias cristianas no han dejado de considerar el adulterio como moralmente condenable, después de todo, las citas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, confirman esto, y en cierta forma esto es así. Es verdad que se han flexibilizado algunas normas de convivencia al interior de las congregaciones y los adúlteros ya no son, como en otros tiempos, expulsados de las congregaciones sino que se les acoge con misericordia y caridad aunque no quitando la pecaminosidad de su acto.

 

Pero lo terriblemente grave y desordenadamente torcido que sí ha permeado en todas las diferentes iglesias, congregaciones y denominaciones, es la consideración anti-escritural de lo que es un matrimonio válido de aquel que no lo es sobre bases doctrinales.

 

Dicho de otra forma, si una pareja se ha casado —lo cual de inicio incluso está mal planteado— en la iglesia, denominación o congregación propia se considera que su matrimonio es válido, pero si dicha pareja se casó en otra iglesia, denominación o congregación se considera su matrimonio como no válido con lo que divorcio, fornicación o adulterio son distorsionados.

 

Por ejemplo. Una persona antes de venir a la iglesia, denominación o congregación en cuestión pudo haberse casado en otra. Luego con el tiempo a lo mejor se divorció, pero al venir a la iglesia, denominación o congregación en cuestión se considera que su anterior matrimonio no es válido por lo que nada le impide se vuelva a casar, ahora sí, en la iglesia, denominación o congregación generando entonces un matrimonio válido.

 

De nueva cuenta, esta es una manera extremadamente torcida de ver la cuestión, anti-escritural, herética y lo que es peor: lleva a muchos a honestamente estar incurriendo en adulterio pues ya antes habían sido casados.

 

Lo primero que hay que entender es que uno no “se casa” en una iglesia. Uno se casa cuando de manera libre y voluntaria se allega a su pareja con la intención de formar una familia. Si alguien sostiene que es la iglesia la que casa habría que preguntarles en qué iglesia se casó Adán y Eva, Abram y Sarai, o Moisés y Séfora.

 

Sobre los primeros, Adán y Eva, recordemos que fue a ellos a los que se remitió Jesús cuando hablo del matrimonio y del divorcio: “Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?  Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6), de esta forma, si aquel era un matrimonio válido, ¿qué iglesia lo hizo así?

 

Es de todos conocida la historia de cómo Abraham le buscó esposa a Isaac, la misma puede encontrarse en génesis 24.

 

Génesis 24

Era Abraham ya viejo, y bien avanzado en años; y Jehová había bendecido a Abraham en todo.

Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo,

y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito;

sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac.

El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de dónde saliste?

Y Abraham le dijo: Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá.

Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo.

Y si la mujer no quisiere venir en pos de ti, serás libre de este mi juramento; solamente que no vuelvas allá a mi hijo.

Entonces el criado puso su mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este negocio.

10 Y el criado tomó diez camellos de los camellos de su señor, y se fue, tomando toda clase de regalos escogidos de su señor; y puesto en camino, llegó a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.

11 E hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua, a la hora de la tarde, la hora en que salen las doncellas por agua.

12 Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham.

13 He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua.

14 Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor.

15 Y aconteció que antes que él acabase de hablar, he aquí Rebeca, que había nacido a Betuel, hijo de Milca mujer de Nacor hermano de Abraham, la cual salía con su cántaro sobre su hombro.

16 Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía.

17 Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro.

18 Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber.

19 Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber.

20 Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos.

21 Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no.

22 Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez,

23 y dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos?

24 Y ella respondió: Soy hija de Betuel hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor.

25 Y añadió: También hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar.

26 El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová,

27 y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo.

28 Y la doncella corrió, e hizo saber en casa de su madre estas cosas.

29 Y Rebeca tenía un hermano que se llamaba Labán, el cual corrió afuera hacia el hombre, a la fuente.

30 Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: Así me habló aquel hombre, vino a él; y he aquí que estaba con los camellos junto a la fuente.

31 Y le dijo: Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estás fuera? He preparado la casa, y el lugar para los camellos.

32 Entonces el hombre vino a casa, y Labán desató los camellos; y les dio paja y forraje, y agua para lavar los pies de él, y los pies de los hombres que con él venían.

33 Y le pusieron delante qué comer; más él dijo: No comeré hasta que haya dicho mi mensaje. Y él le dijo: Habla.

34 Entonces dijo: Yo soy criado de Abraham.

35 Y Jehová ha bendecido mucho a mi amo, y él se ha engrandecido; y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos.

36 Y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado a él todo cuanto tiene.

37 Y mi amo me hizo jurar, diciendo: No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito;

38 sino que irás a la casa de mi padre y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo.

39 Y yo dije: Quizá la mujer no querrá seguirme.

40 Entonces él me respondió: Jehová, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre.

41 Entonces serás libre de mi juramento, cuando hayas llegado a mi familia; y si no te la dieren, serás libre de mi juramento.

42 Llegué, pues, hoy a la fuente, y dije: Jehová, Dios de mi señor Abraham, si tú prosperas ahora mi camino por el cual ando,

43 he aquí yo estoy junto a la fuente de agua; sea, pues, que la doncella que saliere por agua, a la cual dijere: Dame de beber, te ruego, un poco de agua de tu cántaro,

44 y ella me respondiere: Bebe tú, y también para tus camellos sacaré agua; sea ésta la mujer que destinó Jehová para el hijo de mi señor.

45 Antes que acabase de hablar en mi corazón, he aquí Rebeca, que salía con su cántaro sobre su hombro; y descendió a la fuente, y sacó agua; y le dije: Te ruego que me des de beber.

46 Y bajó prontamente su cántaro de encima de sí, y dijo: Bebe, y también a tus camellos daré de beber. Y bebí, y dio también de beber a mis camellos.

47 Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos;

48 y me incliné y adoré a Jehová, y bendije a Jehová Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino de verdad para tomar la hija del hermano de mi señor para su hijo.

49 Ahora, pues, si vosotros hacéis misericordia y verdad con mi señor, declarádmelo; y si no, declarádmelo; y me iré a la diestra o a la siniestra.

50 Entonces Labán y Betuel respondieron y dijeron: De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno.

51 He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová.

52 Cuando el criado de Abraham oyó sus palabras, se inclinó en tierra ante Jehová.

53 Y sacó el criado alhajas de plata y alhajas de oro, y vestidos, y dio a Rebeca; también dio cosas preciosas a su hermano y a su madre.

54 Y comieron y bebieron él y los varones que venían con él, y durmieron; y levantándose de mañana, dijo: Enviadme a mi señor.

55 Entonces respondieron su hermano y su madre: Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días, y después irá.

56 Y él les dijo: No me detengáis, ya que Jehová ha prosperado mi camino; despachadme para que me vaya a mi señor.

57 Ellos respondieron entonces: Llamemos a la doncella y preguntémosle.

58 Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré.

59 Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de Abraham y a sus hombres.

60 Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos.

61 Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue.

62 Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev.

63 Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían.

64 Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello;

65 porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió.

66 Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho.

67 Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre.

 

Lo interesante de todo este relato, en cuanto al tema tratado, es precisamente el último versículo que muestra lo que se podría decir “la boda” de Isaac con Rebeca: “Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó”. ¿Y la iglesia, y el ministro, y el servicio? No hay ceremonia religiosa simplemente la unión libre de dos personas para formar una sola carne tal cual Jesús lo dijo, tal cual se consuma un matrimonio: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,  y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno” (Marcos 10:7-8).

 

La mención de hacerse una sola carne implica esa función que deriva de lo que se conoce como matrimonio, siendo que si uno, incluso ajeno a los promesas, no habiendo venido a salvación, procede de esta forma con su pareja, ha consumado un matrimonio válido a los ojos de Dios. La iglesia, denominación o congregación respectiva puede bendecir dicho matrimonio, pero no es la iglesia la que casa, son la pareja, el hombre y la mujer, los que libremente al unirse forjan este vínculo.

 

Así que cuando en una iglesia, denominación o congregación le dicen que puede casarse “por ellos” ya que su anterior matrimonio por la otra iglesia, denominación o congregación no es válido, lo único que están haciendo es condenando a esa persona a caer en adulterio pues su otro matrimonio sí es válido.

 

Con todo y todo, ¿podrá tenerse mayor confirmación de esto en el Nuevo testamento, en lo que conocemos como el inicio de la era de la iglesia?, claro que lo hay.

 

Pablo en su primera carta a los de Corinto, trata del tema del matrimonio y, en ese contexto, del matrimonio entre aquellos que eran de la fe con los que no habían venido aún a salvación.

 

1 Corintios 7

10 Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido;

11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.

12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.

13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.

14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.

 

La cuestión del matrimonio válido entre creyente y no creyente es tan clara en esta exposición que uno no puede menos que pensar que el Enemigo es el que influye en aquellos que sostienen que es la iglesia la que casa. Claramente Pablo, disertando sobre el matrimonio (v.10), señala que la cuestión de marido y mujer, es decir, lo que llamamos matrimonio, existe incluso cuando se trata de un creyente con un no creyente (v. 11), yendo incluso más allá al señalar la santificación que del incrédulo y de los hijos hace el creyente (v. 12).

 

Esto es muy importante: Pablo no señala que dicho matrimonio no es válido, no exhorta para que ahora “se casen por la iglesia”, no les dice que hasta en tanto hagan así estarían viviendo en pecado, al contrario, reconociendo la validez de ese matrimonio le dice, al creyente, como debe conducirse en él.

 

Esto no quiere decir ni implica dejar de lado el servicio religioso en el cual se bendice a los esposos, es como la presentación de los hijos o la bendición de algo que uno posea, claro que es de valor por la bendición que sobre los esposos viene, claro que es de orden a la iglesia para la edificación de la misma y no confundir pecado con santidad, claro que es de responsabilidad para la congregación para cuidar unos de otros, en ese sentido, previo a la convivencia junta de los esposos, pero no quiere decir que hasta que los esposos pasen por ese servicio es que están casado, el matrimonio se consuma una vez que los dos libremente unidos forman una sola carne.

 

No hay manera, escrituralmente hablando, de sostener que es la iglesia la que casa, pero sí hay manera, escrituralmente hablando, de sostener las formas en que debe guardarse la santidad del matrimonio lo cual pasa por rechazar cualquier forma de adulterio incluso el adulterio bendecido.

 

De esta forma, lo señalado por Deuteronomio 22:28-29 solo era un reconocimiento de lo que previamente hombre y mujer habían naturalmente acordado al sostener libre, sin compromisos previos y de manera voluntaria relaciones íntimas siendo, en este sentido, y a partir de ese momento, esposo y esposa con lo cual lo que era requerido era oficializar esto ante la congregación pidiendo la bendición de Dios pare ello.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que el que acostase con una virgen debe casarse con ella y nunca puede divorciarse, sigue vigente, más sin embargo espiritualizado referido a la oficialización de lo que previa, libre y voluntariamente, sin compromisos anteriores, hombre y mujer convinieron al sostener relaciones íntimas, aclarando con esto que el momento mismo de iniciar la relación matrimonial ante Dios es cuando aquello sucede debiendo, por razón de orden, reconocerlo ante la comunidad.

 


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