215. Los niños varones deben ser circuncidados al octavo día (Gn. 17:10; Lv. 12:3)
“Este
es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de
ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros”
“Y
al octavo día se circuncidará al niño”
Tal
vez una de las principales, y a la vez más controversiales, señales del pacto
que en su momento Dios hizo con su pueblo, fue la de la circuncisión.
La
normativa en su momento era clara: Todo varón debía ser circuncidado al octavo
día para ser considerado parte del pueblo de Israel así como partícipe de las
promesas dadas.
Se
señala que ésta es también una de las más controversiales señales de aquel
pacto ya que algunos cristianos la quieren seguir aplicando mientras que otros
la consideran superada.
Los
primeros señalan la perennidad establecida en la misma norma respecto de su vigencia:
Génesis
17
9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: En
cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus
generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y
vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón
de entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la
carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y
vosotros. 12 Y de edad de ocho días
será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el
nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere
de tu linaje”
Los
segundos toman como referencia aquellos escritos, sobre todo de Pablo, que en el
Nuevo Testamento señalan dicha normativa como algo superado:
“Porque
en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada, sino
la fe que obra por amor” (Gálatas 5:6)
¿Cómo
conciliar ambas posturas?, pero, más allá de ello, ¿qué implicaciones espirituales
para la iglesia tiene aquella normativa que a manera de sombra apuntaba a una realización
plena futura?
En
el mundo cristiano actual, la referencia generalizada respecto de la ley,
escrituralmente hablando, es que ésta ha sido superada, clavada en la cruz,
dirían algunos. Citas bíblicas existen que al esgrimirse muestran una ley no
sólo superada sino que la misma Escritura reconoce imperfecta, de igual forma
hay otras citas que clara, concreta y contundentemente mencionan a la ley como santa, perfecta y eterna, ¿cómo
conciliar ambos aspectos?
Si
uno argumenta la inmutabilidad de la ley, quien profesa que la misma ha sido
superada puede señalar con acierto que si así fuese entonces deberíamos todavía
estar ofreciendo los sacrificios prescritos por ella, lo cual claramente en el
Nuevo Testamento se instruye que no es así. Por su parte quien defiende la
permanencia de la ley puede señalar que si esta ya fue superada, clavada en la
cruz -tomando las palabras de su interlocutor-, entonces el matar, el robar, el
mentir ya no están prohibidos.
Como
se comentó, ambas posturas parecieran tener un sustento escritural, pero ¿y si
cuando la Escritura menciona a la Ley no estuviese hablando de una ley sino de
dos, una de las cuales es la que ha sido superada mientras que la otra aún está
vigente?, ¿podría ser esto posible? Veamos.
Aunque
es un tema bastante extenso, para contestar esto tenemos que abordar las
cuestiones de los dos sacerdocios y por ende, las dos leyes.
Cuando
se habla del sacerdocio con relación a Dios, la mayoría puede pensar en aquel
que se ejercía en el templo y que devino de las leyes que Moisés recibió, pero
alrededor de 300 años antes de este evento vemos otro sacerdocio existente.
En
Génesis 14:17-20 vemos este pequeño, pero significativo, relato: “Cuando volvía
de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey
de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y
sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino;
y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de
los cielos y de la tierra; y bendito sea
el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los
diezmos de todo”.
Cuando
Dios estableció Su pacto con el pueblo de Israel a través de Moisés, estableció
una diferencia entre el poder gubernamental y el poder religioso, unos podían
ser reyes, pero no sacerdotes, otros serían sacerdotes, pero no reyes. Los
sumos sacerdotes provenían de la línea genealógica de Aharón y los sacerdotes
de la tribu de Levi; por otra parte, una vez establecida la monarquía en Israel
el poder gubernamental provenía de la línea genealógica de la casa real. Pero
en la cita anterior vemos que 300 años antes de que se estableciera el pacto de
Dios con su Pueblo, antes que se definieran las funciones sacerdotales y de
culto, antes que se estableciera el poder gubernamental que deviniera en la
monarquía, existía un personaje, Melquisedec que era al mismo tiempo sacerdote
y rey, y lo era del Dios Altísimo.
Este
Melquisedec era un tipo del sacerdocio de Jesús, el cual es sacerdote y rey, y
cuyo sacrificio redentor nos ha ganado el poder de igual forma ser nosotros
sacerdotes y reyes, no sacerdotes o reyes, sino sacerdotes y reyes.
El
capítulo 7 de Hebreos contiene esa comparación entre aquel sacerdote, el de
Melquisedec, y el de Jesús, viendo cómo se refieren a un sacerdocio diferente
del de Aharón o levítico y sujeto a leyes y normativas diferentes:
Hebreos 7
1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del
Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de
los reyes, y le bendijo,
La figura de
Melquisedec era la de rey y sacerdote, no sacerdote o rey, apuntaba al
sacerdocio y regencia de Jesús y de
quienes son llamados a ser cómo Él.
2 a quien asimismo dio Abraham los
diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y
también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;
3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días,
ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para
siempre.
Esto no quiere decir,
como algunos presuponen, que Melquisedec no tuviera principio o fina (con lo
que concluyen era Jesús), sino que a diferencia del sacerdocio de Aharón o levítico, el sacerdocio de Melquisedec no
dependía de la genealogía o ascendencia, de hecho el versículo 6 aclara esto.
“Sin padre, sin madre”, en el griego original simplemente significa: “Padre
desconocido, madre desconocida”. Por supuesto que Melquisedec tuvo padre y madre.
Pero el punto que Pablo está tratando de establecer es que Melquisedec no fue
rey o sacerdote por causa de su genealogía. Él no era un rey en virtud del
hecho de que su padre fuera rey antes que él. No fue un sacerdote porque su
padre lo haya sido antes que él. En el Antiguo Testamento, los reyes de Judá
reinaban debido a su genealogía. Ellos podían trazar su genealogía hasta David,
y por ende, sus demandas al trono estaban basadas en el derecho de nacimiento.
Así mismo, el sacerdote debía remontar su genealogía hasta Aarón. Por lo tanto,
sus demandas al sacerdocio estaban basadas en la genealogía. Sin embargo, en el
Nuevo Testamento es completamente diferente. El Nuevo Testamento no está basado
en la genealogía. Cuando estudiamos la historia de los tiempos de Melquisedec,
encontramos que los reyes ascendían al trono por elección, no por genealogía.
Ésta es la razón por la cual Pablo dijo: “Sin padre, sin madre”. En el griego
original dice que su padre y su madre eran desconocidos. La genealogía natural
no intervino en esto. Luego Pablo dice: “sin genealogía” esto significa que sus
hijos no heredaron el trono por derecho de nacimiento. El reinado fue
determinado por elección. “Que no tiene principio de días, ni fin de vida”.
Melquisedec no fue la preencarnación de Cristo, como algunos lo han sugerido.
No es posible que Cristo tuviera una existencia anterior como hombre sobre la
tierra. Esto significaría que Cristo nació dos veces, y dos veces murió.
Melquisedec fue un hombre. Fue literalmente, un rey elegido en Jerusalén.
Cuando Pablo dice de él “que no tiene principio de días”, significa que el
sacerdocio o reinado de Melquisedec no fue remontado hasta su genealogía, o
hasta su nacimiento. “Ni fin de vida”. El apóstol Pablo hace referencia al
hecho de que el ministerio de Melquisedec continuó hasta la eternidad y no
terminó con la muerte. Melquisedec se asemeja al Hijo de Dios. En otras
palabras, fue un tipo extraordinario de Cristo. Él fue como el Hijo de Dios,
pero no era el Hijo de Dios.
4 Considerad, pues, cuán grande era
éste, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos del botín.
5 Ciertamente los que de entre los
hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los
diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también
hayan salido de los lomos de Abraham.
6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de
Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.
Aquí la aclaración del
versículo 3 en el sentido que ni la regencia ni el sacerdocio era por
cuestiones genealógicas, a diferencia de los reyes y sacerdotes de Israel bajo
el Antiguo Pacto, sino por elección de Dios.
7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.
Esa figura de sacerdote
y rey como Melquisedec era superior a la que surgiría después en la figura de
los reyes o sacerdotes de Israel en el Antiguo Pacto.
8 Y aquí ciertamente reciben los
diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
9 Y por decirlo así, en Abraham
pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;
10 porque aún estaba en los lomos
de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo
él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase
otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el
orden de Aarón?
Aquí claramente se
diferencia la existencia de dos sacerdocios, el de Melquisedec con las
características que ya se han mencionado, y el de Aharón o levítico con las
características bajo el Antiguo Pacto.
12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de
ley;
Aquí están las
condiciones que cambiaron y por las cuales, las ordenanzas relacionadas con
estas condiciones dejaron de tener observancia para la iglesia del Nuevo
Testamento formada por llamados y elegidos a ser reyes y sacerdotes.
13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie
sirvió al altar.
14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la
cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15 Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta
un sacerdote distinto,
16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la
descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.
De nueva cuenta se contrasta diferencia
los dos sacerdocios
17 Pues se da testimonio de él:
Tú
eres sacerdote para siempre,
Según
el orden de Melquisedec.
18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e
ineficacia
19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor
esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
De igual forma y de
nueva cuenta se señala un cambio en las condiciones, cambio que implicaría que
las ordenanzas relacionadas con en el Antiguo Pacto, al sacerdocio de Aharón o
levítico, dejarían de tener vigencia u observancia.
20 Y esto no fue hecho sin
juramento;
21 porque los
otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el
juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú
eres sacerdote para siempre,
Según
el orden de Melquisedec.
22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.
Aquí la referencia es
clara a Jesús como sacerdote según el orden de Melquisedec, de igual forma al
señalamiento de que bajo ese sacerdocio hay un pacto mejor, lo cual implica,
como decía el versículo 12, un cambio de leyes.
23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la
muerte no podían continuar;
24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable;
25 por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos.
26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha,
apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;
27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de
ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la
palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para
siempre.
Estos últimos
versículos de nueva cuenta establecen la diferencia entre los dos sacerdocios
y, ya podemos también concluir, las dos leyes.
De
lo visto anteriormente, Hebreos 7:12 señala que “Porque cambiado el sacerdocio,
necesario es que haya también cambio de ley”. ¿Cómo puede haber cambio de ley?,
¿Qué no la Ley de Dios es eterna (Salmos 119:152), santa (Romanos 7:12),
perfecta (Salmos 19:7)?, ¿entonces?
Veamos
primero, su no pregunta a alguien ¿qué es pecado? Esta persona bien puede
señalar 1 Juan 3:4 para responder que es
infracción a la ley, “Todo el que practica el pecado, practica también la
infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley”. Si luego uno
pregunta ¿qué ley?, acudiendo a Romanos 8:7 se respondería que es más que
evidente que es la ley de Dios, “Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden”. Si a continuación uno pregunta ¿cuándo dio Dios su ley?, tomando como
referencia Éxodo 20 puede decirse que una vez que Dios hubo sacado a Su pueblo
de Egipto. Ahora bien, si hasta el tiempo de Moisés Dios dio Su ley a su
pueblo, ley que definió pecado considerando la infracción a la misma, ¿cómo es
posible que desde tiempos de Adán se hablara de pecado, ya que Dios,
amonestando a Caín, le dice en Génesis 4:7: ”Si haces lo bueno, ¿no serás
enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta y te
seducirá; pero tú debes enseñorearte de él”?, de igual forma, y considerando
esa misma cita ¿cómo alguien podría hacer “lo bueno” si no hubiera una norma
que lo definiera, máxime si “los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5)?
De
igual forma Génesis 3 registra la caída de Adán y Eva. En el capítulo siguiente
aparece el primer homicidio. ¿Cómo sabría Caín que era culpable de homicidio
por asesinar a su hermano si no había Ley?
Mucho antes del Pacto en Sinaí, Dios mencionó el asesinato en el pacto
que estableció con Noé después del Diluvio (Génesis 9:6). Mucho antes del Pacto en Sinaí la Escritura
nos dice que Enoc “caminó con Dios” (Génesis 5:22). Mucho antes del Pacto en
Sinaí la Escritura nos dice que Noé era “justo” y “perfecto” (Génesis 6:9).
Mucho antes del Pacto en Sinaí la Escritura nos dice que Job era “perfecto y
recto, temeroso de Dios y apartado del mal”,
(Job 1:8; 2:3). Obviamente, existía una norma del bien y del mal. Enoc,
Noé y Job vivieron muchos años antes del Éxodo, mucho antes del Pacto en Sinaí.
¿Cómo alguien hubiera podido caminar con Dios, ser justo y perfecto, ser recto,
temeroso de Dios y apartado del mal si no hubiera una norma definiera el bien y
el mal, lo correcto de lo incorrecto, lo agradable a Dios de lo que Él
consideraba pecado?
Cómo
ya se vio en el apartado anterior relativo a Melquisedec, 300 años antes de que
se estableciera el pacto de Dios con su Pueblo, antes que se definieran las
funciones sacerdotales y de culto, antes que se estableciera el poder
gubernamental que deviniera en la monarquía, existía un personaje, Melquisedec
que era al mismo tiempo sacerdote y rey, y lo era del Dios Altísimo.
De
igual forma desde mucho antes, según la cita
Génesis 4:7 ya vista, así como las otras, existía una noción de pecado
que requería hubiera una norma contra la cual contrastar las acciones,
emociones y pensamientos de uno. Esa era la Ley de Dios y bajo esa Ley servían
los sacerdotes del orden de Melquisedec. Dicha Ley estuvo vigente desde Adán
hasta Abraham, es decir, durante más de 1500 años donde hubieron gente que
caminaba con Dios, que era justa y perfecta, recta, temerosa de Dios y apartada
del mal.
Ahora
bien, cuando Dios saca a Su pueblo de Egipto establece un Pacto que incluía esa
Ley pero que además le fue adherido otras normas que vinieron a formar parte de
las reglas de Israel. La primera es lo que conocemos como los Diez Mandamientos
(así como normas sobre alimentos limpios y no limpios (Génesis 7:8) y otras
relativas al diezmo (Génesis 14:20), las demás son todas las demás normas
religiosas y civiles que Dios dio a Su pueblo, de estas últimas la primera,
como sello del Pacto de Dios con Su pueblo fue la circuncisión, después con
Moisés vendrían el resto. Veamos como en Jeremías 7:22-23 Dios dice por medio
de Jeremías que “Porque yo no hablé a vuestros padres, ni les ordené nada en
cuanto a los holocaustos y sacrificios, el día que los saqué de la tierra de
Egipto. Sino que esto es lo que les mandé, diciendo: ``Escuchad mi voz y yo
seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo
os envíe para que os vaya bien”. Cuando Dios hace Su pacto este consistía en
una relación como la de Abraham, Isaac y Jacob, cuando no había todas las
reglas y normas que después vinieron; una relación simple, sencilla, esta
relación se basaba en los Diez Mandamientos, pero dada la rebeldía del Pueblo
se le adicionaron otras normas que vinieron a conformar las reglas que regían
toda la vida de Israel, sobre esta ley adicional Gálatas 3:19 nos dice
“Entonces, ¿para qué fue dada la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones,
hasta que viniera la descendencia a la cual había sido hecha la promesa, ley
que fue promulgada mediante ángeles por mano de un mediador”. Así vemos que
esta segunda ley fue añadida, no formaba parte de la primera, pero además de
que fue añadida tenía una vigencia la cual era “hasta que viniera la
descendencia a la cual había sido hecha la promesa”. Así, el sacerdocio de
Melquisedec se interrumpió y comenzó un sacerdocio de Aharón o levítico que
contenía normas, reglas y
prescripciones, entre las cuales estaban las sombras de las fiestas de Dios,
que estarían vigentes en tanto el sacerdocio de Melquisedec no fuera
reestablecido con Cristo.
Veamos
como contrastan estas dos leyes en el entendido que la primera, la Ley de Dios,
los Diez Mandamientos, es para siempre (Salmos 119:44) mientras que la segunda, la ley de Moisés, el
resto de normas, reglas y prescripciones,
es temporal (Gálatas 3:19).
1.
La Ley de Dios fue dada por Dios “Y habló Dios todas estas palabras,
diciendo” (Éxodo 20:1); la ley de Moisés fue dada por Moisés “Estas son las
palabras que habló Moisés a todo
Israel a este lado del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al Mar Rojo,
entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab” (Deuteronomio 1:1)
2.
La Ley de Dios fue escrita en tablas de piedra
“Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para
enseñarles” (Éxodo 24:12); la ley de Moisés estaba escrita en un libro “Y
cuando acabó Moisés de escribir las
palabras de esta ley en un libro hasta concluirse” (Deuteronomio 31:24)
3.
La Ley de Dios fue escrita por el mismo Dios “Y
dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas
del testimonio, tablas de piedra escritas
con el dedo de Dios” (Éxodo 31:18); la ley de Moisés fue escrita por Moisés
“Y escribió Moisés esta ley, y la dio
a los sacerdotes hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehová, y a
todos los ancianos de Israel” (Deuteronomio 31:9)
4.
La Ley de Dios fue puesta dentro del Arca de la
Alianza “Y cuando acabó de hablar con él en el monte Sinaí, dio a Moisés las dos tablas del testimonio,
las tablas de piedra escritas por el dedo de Dios” (Éxodo 31:18) “después tomó
y puso el Testimonio dentro del Arca,
y colocó las varas en el Arca, y puso el propiciatorio encima del Arca” (Éxodo
40:20); la ley de Moisés fue puesta enseguida del Arca de la Alianza “Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca
del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti”
(Deuteronomio 31:26)
5.
La Ley de Dios trae bienaventuranza “Bienaventurados los perfectos de camino,
los que andan en la ley de Jehová” (Salmos 119:1); la ley de Moisés trae
maldición “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está:
Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro
de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10)
6.
La Ley de Dios permanece “Guardaré tu ley
siempre, para siempre y eternamente”
(Salmos 119:44); la ley de Moisés tendría un término final “aboliendo en su carne las enemistades, la
ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de
los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz” (Efesios 2:15) “anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la
cruz” (Colosenses 2:14).
7.
La ley de Dios es perfecta y perfecciona “La
ley de Jehová es perfecta, que convierte
el alma” (Salmos 19:7); la ley de Moisés era imperfecta y no perfeccionaba
“pues nada perfeccionó la ley, y de
la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios”
(Hebreos 7:19)
8.
La Ley de Dios es espiritual “Porque sabemos
que la ley es espiritual; más yo soy
carnal, vendido al pecado” (Romanos 7:14); la ley de Moisés era carnal “ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de
diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el
tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:10).
9.
La Ley de Dios es santa, justa y buena “De
manera que la ley a la verdad es santa,
y el mandamiento santo, justo y bueno”
(Romanos 7:12); la ley de Moisés apenas y si era una sombra de lo que habría de
venir “Porque la ley, teniendo la sombra
de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por
los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a
los que se acercan” (Hebreos 10:1).
10. La ley
de Dios es para siempre “Guardaré tu ley siempre,
Para siempre y eternamente” (Salmos 119:44); la ley de Moisés es temporal
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien
fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un
mediador” (Gálatas 3:19).
11. La Ley
de Dios trae vida “Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo
os enseño, para que los ejecutéis, y
viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres
os da” (Deuteronomio 4:1); la ley de Moisés no da vida “También les di
estatutos que no eran buenos y decretos por los cuales no podrían vivir” (Ezequiel 20:25)
Podemos
ver que en todas las citas se menciona la palabra ley, pero de la misma forma y
aunque se hable de ley se está refiriendo a dos normas reglamentarias
diferentes. Pero para aún mayor claridad y contundencia respecto de la
existencia de dos leyes, la misma Escritura señala “Y [Jehová] os anunció su
pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió
en dos tablas de piedra. A mí también me mandó Jehová en aquel tiempo que os
enseñase los estatutos y juicios, para que los pusieseis por obra en la tierra
a la cual pasáis a tomar posesión de ella” (Deuteronomio 4:13-14)
Así
tenemos dos sacerdocios y dos leyes, el sacerdocio de Melquisedec y la Ley de
Dios que estaban en vigencia antes del Pacto, y el sacerdocio de Aharón y
levítico más las leyes de Moisés, que interrumpen el primero, en tanto viene
Jesús a restaurarlo. Hay que entender que la Ley de Dios siempre estuvo, está y
estará vigente, incluso durante el sacerdocio de Aharón y levítico pero en este
período, el del sacerdocio de Aharón y levítico, además de la Ley de Dios
estuvieron vigentes normas adicionales
referidas como la ley de Moisés.
Con
esto en mente puede comprenderse una cita que siempre lleva a confusión pues
parece contradictoria, la cita es de Romanos 5:13-14 y señala “Pues antes de la
ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron
a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de
venir”. A simple vista pareciera que dice que hasta que la ley fue dada en
Sinaí antes no existía ley alguna que inculpara pecado, pero esto es absurdo
pues la misma Escritura menciona, como ya se ha analizado, al pecado como tal
mucho antes de que la ley fuese dada en Sinaí, incluso desde Génesis, de igual
forma esa interpretación es absurda porque si no hubiese habido ley, tal como
dice la cita, no se hubiese imputado pecado, pero como sabemos que “la paga del
pecado es muerte” (Romanos 6:23) nos encontramos, como señala la misma cita que
“reinó la muerte desde Adán hasta Moisés”. Siguiendo el mismo razonamiento que
esta cita da, si donde no hay ley no se imputa pecado, y si la paga del pecado
es la muerte, y si hubo muerte desde Adán hasta Moisés, es más que evidente que
entonces sí existía antes de Sinaí una ley, la Ley de Dios, perfecta, santa y
eterna, ley a la que en Sinaí se la
adicionaron otras normas de carácter temporal.
Una
manera de clarificar esto es considerar como es que la Ley de Dios (por lo que
ya se comentó) estuvo, está y estará vigente siempre, de igual formas aquellas
normas que estaban vigentes antes del Pacto de Dios con Abraham, cuando estaba
vigente el sacerdocio de Melquisedec, como las normas sobre alimentos limpios y
no limpios (Génesis 7:8) y otras relativas al diezmo (Génesis 14:20). Para
entenderé esto veamos como en génesis 12 Dios hace el Pacto con Abrahám, un
Abrahám no circuncidado y con una relación simple y sencilla con Dios basada en
las normas vigentes en ese momento, pero no es sino hasta por lo menos 14 años
después (Génesis 17:27) cuando la circuncisión sería incorporada como la primer
norma (Génesis 17:10-14) que luego sería completada con el resto de normas bajo
el sacerdocio de Aharón o levítico. En esa temporalidad, las normas vigentes
cuando Dios hace su Pacto con Abrahám eran las que siempre habían estado
vigentes por más de 1,500 años desde Adán -Diez Mandamientos más normas sobre alimentos limpios y no
impíos y las relativas al diezmo-, estas normas siguieron y siguen vigentes;
las que mucho después comenzaron a añadirse –iniciando con la circuncisión con
Abraham y siguiendo con el resto de normas mosaicas bajo el sacerdocio de
Aharón o levítico- estarían vigentes
“hasta que viniera la descendencia a la cual había sido hecha la
promesa” (Gálatas 3:19).
Es
por eso que en Hechos 15 el Concilio de Jerusalén decide que la circuncisión
carnal no es aplicable a la iglesia, no es, como algunos creen, que los
Apóstoles reunidos hubieren cancelado una norma vigente (lo cual sería casi
casi poner en contraposición a los Apóstoles y la iglesia contra Dios y Sus
normas), sino que entendiendo que la reglamentación sobre la circuncisión era
parte de las leyes adicionadas a la Ley de Dios, vigentes estas durante el
sacerdocio de Aharón o levítico, al concluir ese período y reiniciar al
sacerdocio de Melquisedec dejando de lado las normas añadidas, la circuncisión
había dejado de tener efecto.
Como
comentario adicional al calce, con estas aclaraciones, puede uno volver a leer
el Nuevo Testamento, las cartas apostólicas, y entender por qué en ocasiones se
habla de la ley como algo superado y por qué en ocasiones como algo que todavía
aplica: esto por el hecho de que para lo primero se está refiriendo a la ley de
Moisés y lo segundo a la Ley de Dios y entender así expresiones que parecen
contradecirse. Un ejemplo muy visible de esto es Gálatas 2:19 que señala
“Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios”, ¿cómo
podría por la ley ser muerto para la ley?, entendiendo la existencia de dos
leyes uno comprende que la referencia aquí aplica a que dado ha sido
reestablecido el sacerdocio de Melquisedec dejando de estar vigente el sacerdocio
de Aharón o levítico, uno está sujeto a la Ley de Dios mientras que las normas
adicionales (ley de Moisés) ha dejado de tener vigencia. En otras palabras
“dado que me encuentro ahora bajo la Ley de Dios he dejado de estar sometido a
la ley de Moisés”.
Ahora bien, en cuanto a la cuestión espiritual
que la normativa de la circuncisión apuntaba podemos ver cómo es que Génesis
17:9-12; 21, nos muestra que como parte del pacto abrahámico, la circuncisión
debía ser hecha al octavo día. No ha sido sino hasta hace unos cincuenta años
que se descubrió que muchas muertes de recién nacidos se debían a los bajos
niveles de vitamina K con los que todos nacemos siendo que ésta vitamina,
necesaria para cuestiones de coagulación, si es deficiente, genera hemorragias
internas que puede conducir a la muerte, es por eso que a los recién nacidos en
cuanto naces se les da una dosis de esta vitamina. Pero lo que no se sabía sino
hasta hace poco, es que dicha vitamina alcanza su punto más alto al octavo día
de nacer, incluso en cantidades superiores a las que el ser tendrá en toda su
vida. Obvio que hace 3,500 años no se sabía eso, pero Dios sí lo sabía al
estipular que la circuncisión se hiciese al octavo día. Pero eso es solo la
cuestión natural del asunto, ¿qué implicaciones espirituales tiene?
La circuncisión al octavo día apunta al
octavo día de la Fiesta de los Tabernáculos, dicha fiesta, que era la última de
las siete fiestas de Dios decretadas para su pueblo como parte de su Pacto,
duraba siete días con un día extra después, el octavo, y simboliza cuando se
cumplimente el plan de Dios para con la humanidad en el cual Él morara en medio
de su pueblo y nosotros nos hallamos vueltos tabernáculos donde su Espíritu
habite. La circuncisión, antes natural ahora espiritual, como promesa apunta a
eso para los elegidos que nos mantengamos fieles hasta el final.
Abordemos con un poco de mayor profundidad ésta
fiesta para entenderla y, en ese contexto, entender ese “octavo día”.
La
última fiesta en el orden de las establecidas por Dios era la de los
Tabernáculos. Tabernáculos (sukkōt, סוכות, es una palabra plural que deriva de
sukkah, סוכה, y que significa cabaña,
tienda tabernáculo; esta última tiene su referente con la palabra mishkán, מִשְׁכָּן,
morada, vivienda, tabernáculo).
Como
señala Levítico Levítico 23:34 (Levítico 23:39, 41; Números 29:12) esta fiesta
se celebraba “a los quince días de
este mes séptimo”, el séptimo mes era Tishri
(Septiembre-Octubre), como ya se comentó es la última fiesta de las tres consideradas de otoño:
Trompetas, Expiación, y Tabernáculos.
Las
primeras referencias a la palabra tabernáculo las encontramos en Éxodo y se
refiere al santuario móvil construido por los israelitas bajo las instrucciones
dadas por Dios a Moisés en el Monte Sinaí.
Éxodo
25:8-9: Y que hagan un santuario [mishkán, מִשְׁכָּן] para mí, para que yo
habite entre ellos. Conforme a todo lo que te voy a mostrar, [conforme] al
diseño del tabernáculo [mishkán, מִשְׁכָּן] y al diseño de todo su mobiliario,
así [lo] haréis.
Lo
interesante de Éxodo 25:8-9 es que el Tabernáculo, en palabras de Dios mismo,
era “para que yo habite entre ellos” (Éxodo 25-27, 30, contiene las
especificaciones de cómo habría de construirse el Tabernáculo de Éxodo 25:8-9).
En
Juan 1:14 tenemos una cita muy conocida, referida a Jesús, que señala como es
que “el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. La palabra
traducida como “habitó” es eskēnōsen, ἐσκήνωσεν que significa morada, vivienda,
tabernáculo, exactamente igual que mishkán, מִשְׁכָּן.
Si
tradujéramos Juan 1:14 bajo esta premisa sería correcto indicar que “el Verbo
se hizo carne, y [levantó su tienda, levantó su tabernáculo] entre nosotros, y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad”.
Ahora
bien, si la palabra para Tabernáculo es mishkán, מִשְׁכָּן, ¿de dónde viene
referirse a esta fiesta por sukkōt, סוכות? En las instrucciones dadas por Dios
sobre uno de los aspectos que esta fiesta debía de cubrir, contenidos en Levítico
23:39-42, se señala que “en tabernáculos [sukkōt, סוכות ] habitaréis siete
días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos [sukkōt, סוכות]”, en
cumplimiento de esto vemos cómo es que Nehemías 8:17 relata cómo es que después
del cautiverio la gente de Israel comenzó de nuevo a celebrar esta fiesta y
señala “Y toda la congregación que volvió de la cautividad hicieron
tabernáculos [sukkōt, סוכות], y en tabernáculos [sukkōt, סוכות] habitaron; porque desde los días de Josué
hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo
alegría muy grande”. Así vemos que el pueblo en tiempos de Nehemías, para
celebrar esta fiesta, construyó tabernáculos [sukkōt, סוכות].
Así
que tenemos dos referentes para la palabra Tabernáculo, uno relacionado con el
lugar donde mora [vivienda] Dios y Su Hijo, el otro referido con los lugares
donde mora [vivienda] su pueblo. De esta forma la fiesta de los Tabernáculos tiene su
referente en la sombra representativa a cumplimentarse en un futuro cuando
Jesús y el Padre habiten entre nosotros, pero de igual forma se refiere a
nosotros cuando lleguemos a ser tabernáculos.
Siguiendo con el análisis de la fiesta
vemos como se menciona en Levítico 23:34, Números 29:12 y Deuteronomio 16:13
que la fiesta de los Tabernáculos debía ser celebrada por el pueblo de Israel
durante siete días, siendo el primer día de estos siete de reposo (Levítico
23:36, 39; Números 29:12). Números
29:13-34 prescribe los holocaustos, ofrendas y libaciones a realizarse en cada
uno de estos siete días, pero Levítico 23:39 y Números 29:35 menciona un octavo
día de fiesta, el cual también era de reposo, un día que sale o excede los siete
propiamente de los siete de la fiesta de los tabernáculos pero que aun así se
vincula con ésta. Números 29:36-38 prescribe los holocaustos, ofrendas y
libaciones a realizarse en este octavo día. ¿Por qué si la fiesta son siete
días existe un octavo día de fiesta? Porque representa dos momentos diferentes
de la misma pero íntimamente relacionados.
Como
ya se comentó, la fiesta de los Tabernáculos tiene un primer referente de la
sombra representativa a cumplimentarse en un futuro cuando Jesús y el Padre
habiten entre nosotros, pero esto lleva dos momentos diferentes de los misma
pero íntimamente relacionados: los siete días de la fiesta de los Tabernáculos
referidos a partir del momento cuando Jesús regresa a regir las naciones (lo
cual empieza desde el milenio) y el octavo día de la fiesta de los Tabernáculos
referido al momento posterior cuando el Padre habita entre nosotros.
Los
siete días de la fiesta representan el tiempo de Jesús con los hombres a partir
de su segunda venida, ese Jesús “Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y
pelea. Sus ojos [son] como llama de fuego, y [hay] en su cabeza muchas diademas; y [tiene] un nombre escrito que ninguno [conoce] sino él mismo. [Está] vestido de una ropa
teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos
celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le [siguen] en caballos blancos. De su boca sale una
espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de
hierro [ ]. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE
REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Revelación 19:11-16).
El
octavo día que excede la fiesta, representa el tiempo del Padre con los hombres
cuando todas las cosas sean restauradas y todo sujetado a sus pies para que Él
sea todo en todos. Representar ese tiempo como un octavo excedente de la fiesta
es precisamente para denotarle como “el único que tiene inmortalidad y habita
en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver” (1 Timoteo
6:16).
Al
respecto 1 Corintios 15:25-28, a manera explicativa, nos habla de esos dos
momentos diferentes pero íntimamente relacionados referidos en la fiesta de
Tabernáculos:
25 Porque
preciso es que [Jesús] reine [inicio de Tabernáculos] hasta que haya puesto a
todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el
postrer enemigo que será destruido es la muerte.
27 Porque
todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las
cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él
todas las cosas.
28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también
el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios
sea todo en todos [conclusión de Tabernáculos].
Esto
es muy importante tenerlo en mente pues así como las primeras cuatro fiestas de
primavera - Pascua, Panes sin levadura, Primicias, y Pentecostés- están
íntimamente interrelacionadas formando casi una única secuencia de eventos, de
igual forma últimas tres fiestas de otoño -Trompetas, Expiación, y
Tabernáculos- está de igual forma están íntimamente interrelacionadas formando
casi una única secuencia de eventos. Esta casi única secuencia de eventos
representadas por las tres fiestas de otoño se refieren al regreso de Jesús con
la resurrección/transformación de los santos que serán reyes y sacerdotes con Él
en el milenio, seguido por el período para que todos los que nunca tuvieron la
oportunidad de conocer la Verdad puedan conocerla, ser corregidos (castigados)
y puedan optar o rechazar la salvación y demostrar con hechos (su vida y sus
obras) su decisión que será para vida o muerte, y que concluye con el Padre
habitando entre nosotros.
Ahora
hay que ver también otro aspecto de esta fiesta. Como ya se comentó, la fiesta
de los Tabernáculos tiene un primer referente de la sombra representativa a
cumplimentarse en un futuro cuando Jesús y el Padre habiten entre nosotros,
pero de igual forma tiene un segundo referente a de la sombra representativa a
cumplimentarse en un nosotros al llegar a ser tabernáculos.
1
Corintios 3:16 nos pregunta “¿no sabéis que sois
templo de Dios, y que el Espíritu de
Dios mora en vosotros?”, así que nosotros somos el templo de Dios y Su
Espíritu mora en nosotros.
Si
bien somos templo de Dios estamos siendo en este momento edificados, sobre esto
Efesios 2:19-20 nos dice “Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino
que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular”, de igual
forma Colosenses 2:6-7 dice “Por tanto, de la manera que recibisteis a Cristo
Jesús el Señor, así andad en El; firmemente arraigados y edificados en El y confirmados en vuestra fe, tal como fuisteis instruidos,
rebosando de gratitud”.
Pero
este proceso que ahorita se está llevando en nosotros, y que posteriormente
estará disponible para toda la humanidad, tiene un fin, Efesios 4:13 nos lo
señala al decirnos que durará “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y
del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo”, de
igual forma Romanos 8:29 dice “porque a
los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos”, y si somos conformados a la imagen del
Hijo, somos conformados a la imagen del Padre, pues como dice Colosenses 1:15 “Él
[Jesús] es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”, y
esto porque así lo estableció el Padre desde un principio como dice 1 Juan 3:1-2
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por
esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él [Jesús]. Ahora somos
hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos
que cuando Él [Jesús] se manifieste, seremos
semejantes a Él porque le veremos como Él es”. El cumplimiento de este plan
sin duda alguna deviene en gozo y alabanza a Dios quien lo hace posible: “En
gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se regocijará en mi Dios; porque Él me
ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia como el
novio se engalana con una corona, como la novia se adorna con sus joyas” (Isaías
61:10)
¿Cuál
es la conclusión de la fiesta de Tabernáculos, que es en sí la complementación
del plan de Dios para con la humanidad? “Y te alegrarás [ ] tú, tu hijo, tu
hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda
que viven en tus poblaciones” (Deuteronomio 16:14), ¿y por qué esa alegría, ese
gozo? “porque te habrá bendecido Jehová tu Dios en todos tus frutos, y en toda
la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre” (Deuteronomio 16:15).
Juan
14:23 resume de manera muy clara y concreta el sentido de esta fiesta al
señalar que “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y
mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Siendo el
resultado de esto, lo que señala Revelación 21:3 cuando dice “Y oí una gran voz
del cielo, que decía: «El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él
morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su
Dios»”.
Pero
esta conclusión no es el fin de lo que Dios ha pensado desde siempre para Su
familia, es apenas el principio, el octavo día que excede a la fiesta, es la
sombra de la eternidad que se abre para los hijos de Dios, llenos de Su Santo
Espíritu, con Cristo como Rey de Reyes y Señor de Señores.
“Después vi un cielo nuevo
y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de
existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad
santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada
como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí
una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres
humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán
su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él
les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni
lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Revelación
21:1-4).
Como
se comentó en su momento al analizar la fiesta primaveral de Panes sin
levadura, sólo aquella fiesta, Panes sin levadura, y ésta, Tabernáculos, no
tienen un referente temporal único en el Nuevo Testamento, es decir, todas las
fiestas que Israel celebraba en el Antiguo Testamento apuntan a un momento
preciso histórico en la historia de la salvación de la humanidad, sea ya
cumplido o por cumplirse, representado por una fecha exacta para su
cumplimiento, pero no así Panes sin levadura y Tabernáculos, fiestas que duran
siete y siete más un día, respectivamente, que señalan hacia una vida de
perfección y santidad, en el caso de Panes sin levadura para la iglesia
recogida en la primer siega y para Tabernáculos para el resto de la humanidad
recogida al cumplimiento del plan de Dios.
El
mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que los niños varones deben
ser circuncidados al octavo día, sigue vigente, más sin embargo espiritualizado
referido a ese momento representado por el octavo día de la Fiesta de los Tabernáculos, que simboliza cuando se
cumplimente el plan de Dios para con la humanidad en el cual Él morara en medio
de su pueblo y nosotros nos hallamos vueltos tabernáculos donde su Espíritu
habite, siendo que la circuncisión, antes natural ahora espiritual, como
promesa apunta a eso para los elegidos que nos mantengamos fieles hasta el
final.

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