210. Se debe honrar a los padres (Éx. 20:12)


 “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”

 

Lo señalado en Éxodo 20:12, conocido como el quinto mandamiento, era una ordenanza que Dios había dado a su pueblo como parte del pacto contraído.

 

Sobre esto, Proverbios 1:1-25 contiene una exhortación a los elegidos para oír la instrucción de nuestro padre y no despreciar la dirección de nuestra madre.

 

Proverbios 1

Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.

Para entender sabiduría y doctrina,

Para conocer razones prudentes,

Para recibir el consejo de prudencia,

Justicia, juicio y equidad;

Para dar sagacidad a los simples,

Y a los jóvenes inteligencia y cordura.

Oirá el sabio, y aumentará el saber,

Y el entendido adquirirá consejo,

Para entender proverbio y declaración,

Palabras de sabios, y sus dichos profundos.

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;

Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,

Y no desprecies la dirección de tu madre;

Porque adorno de gracia serán a tu cabeza,

Y collares a tu cuello.

10 Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar,

No consientas.

11 Si dijeren: Ven con nosotros;

Pongamos asechanzas para derramar sangre,

Acechemos sin motivo al inocente;

12 Los tragaremos vivos como el Seol,

Y enteros, como los que caen en un abismo;

13 Hallaremos riquezas de toda clase,

Llenaremos nuestras casas de despojos;

14 Echa tu suerte entre nosotros;

Tengamos todos una bolsa.

15 Hijo mío, no andes en camino con ellos.

Aparta tu pie de sus veredas,

16 Porque sus pies corren hacia el mal,

Y van presurosos a derramar sangre.

17 Porque en vano se tenderá la red

Ante los ojos de toda ave;

18 Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas,

Y a sus almas tienden lazo.

19 Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia,

La cual quita la vida de sus poseedores.

20 La sabiduría clama en las calles,

Alza su voz en las plazas;

21 Clama en los principales lugares de reunión;

En las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.

22 ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza,

Y los burladores desearán el burlar,

Y los insensatos aborrecerán la ciencia?

23 Volveos a mi reprensión;

He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,

Y os haré saber mis palabras.

24 Por cuanto llamé, y no quisisteis oír,

Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,

25 Sino que desechasteis todo consejo mío

Y mi reprensión no quisisteis,

 

De igual forma, Éxodo 20:12 y Deuteronomio 5:16 arroja luz sobre el tema al señalar lo que se conoce como el quinto mandamiento de la Ley de Dios. Éxodo lo indica como “honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” y Deuteronomio como “honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”.

 

Todos los mandamientos tienen una aplicación natural que es evidente en cuanto a la normativa misma, en este caso el quinto mandamiento se refiere, de manera natural, a esa honra, ese respeto, esa ayuda que debemos a nuestros padres. Esto lo dejó muy claro nuestro Señor cuando reprendió a los fariseos por descuidar sus obligaciones para con sus padres pretendiendo con ello ser más cumplidores de las normativas religiosas: “Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (Mateo 15:3-6).

 

Pero de igual forma, como todos los mandamientos, el quinto tiene una aplicación espiritual y verdades subyacentes que debemos escudriñar. Esto es más que claro cuando de la lectura del mismo surgen cuestiones que atraen nuestra atención, específicamente dos: la primera es aquella que señala que si honramos a nuestros padres nuestros días serán prolongados, la segunda es aquella que señala que si así hacemos nos irá bien en la tierra que Dios nos da. ¿Por qué estas dos cuestiones atraen nuestra atención?, porque en el ámbito natural es evidente que no siempre sucede así: hay hijos que no honran a sus padres y que viven muchos años mientras que otros que sí los honran mueren jóvenes, de igual forma hay quienes no honrando a sus padres les va muy bien en esta vida mientras que otros que sí los honran les va mal, ¿entonces? Vamos por partes.

 

La implicación natural contenida en el quinto mandamiento puede o no darse, como se comentó anteriormente, pero la implicación espiritual siempre se da.

 

En el primer caso, a saber, la indicación de que si honramos a nuestros padres nuestros días se prolongarán no necesariamente se refiere a que naturalmente viviremos muchos años sino a que los años que vivamos equivaldrán a muchos que hubiésemos vivido. Veamos cómo es esto. Todos hemos en alguna ocasión aprendido algo, sea yendo a la escuela, sea siendo instruidos por alguien; ese conocimiento bien pudo haber tomado mucho tiempo en configurarse como tal pero a nosotros se nos transmitió en un momento, de esta forma, es como si hubiéramos vivido muchos años para adquirir ese conocimiento pero sin necesidad de ello pues se nos fue transmitido por otros. En el caso de la honra a los padres es igual. Ellos han vivido mucho, más que nosotros, de igual forma, si son parte de la familia de la fe, tienen mucho conocimiento, mucha comprensión de las verdades divinas. Si los honramos pondremos atención a la instrucción, a la dirección que nos den, siendo de esta forma que habremos acumulado en nosotros sus muchos años de experiencia sin necesidad de haberlos vivido. De esta forma, los años que naturalmente vivamos, sean pocos o sean muchos, equivaldrán a muchos más por lo que espiritualmente nuestros días habrán sido prolongados.

 

Ahora bien, en cuanto al segundo caso, a saber: que honrando a nuestros padres nos irá bien en la tierra que Dios nos da, no necesariamente se refiere a que naturalmente nos irá bien en este mundo sino más bien en el venidero. Pablo nos da una clave para entender esto así cuando escribiendo a los Efesios les dice, sobre este mandamiento, que es el primero con promesa: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa” (Efesios 6:2). ¿Por qué esto dicho por Pablo es una clave para aquella comprensión señalada?, porque literalmente este mandamiento no es el primero con promesa sino que el segundo mandamiento es el primero con promesa: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6). Claramente este que es el segundo mandamiento señala, respecto de la observancia del mismo, que Dios hace misericordia a millares a los que le aman y guardan sus mandamientos”, ¿entonces? En lo que hay que prestar atención respecto de lo dicho Pablo a los de Éfeso es el señalamiento de que el quinto mandamiento es el primero con promesa, pero ¿a qué promesa se refiere? Cuando la Escritura habla de promesa, éstas siempre son en función de lo que se les ha prometido a los elegidos como parte del reino venidero: 1 Tesalonicenses 5:24, 1 Pedro 5:10, Juan 11:25-26, 2 Pedro 3:9, 2 Corintios 7:1, Revelación 3:5, 20, 2 Pedro 1:4, 1 Juan 3:2-3, Juan 3:16, 1 Timoteo 4:8. De esta forma cuando Pablo señala que el quinto mandamiento es el primero con promesa se refiere a que el mismo conlleva alcanzar aquello que se nos ha prometido. Dicho de otra forma, el segundo mandamiento también contiene una promesa pero para la vida actual ya que la misericordia se necesita ahorita, no en el reino venidero donde ya seremos perfectos y santos, de esta forma el quinto mandamiento, que también contiene promesa, dado que apunta al reino venidero, es el primero con promesa en ese sentido. Con esto en mente podemos entender entonces a que se refiere la parte del mandamiento que señala que si honramos a nuestros padres nos irá bien en la tierra que Dios nos da, ¿cuál tierra es esa que Dios nos da?, ¿el presente siglo o más bien el reino venidero?, es evidente que las promesas se refieren al reino venidero y que la tierra que nos da es aquella que en ese tiempo será restaurada. De esta forma la comprensión espiritual de eso de que si honramos a nuestros padres nos irá bien en la tierra que Dios nos da se refiere, considerando lo dicho por Pablo, que alcanzaremos las promesas que a ello se refiere.

 

De esta forma, si bien las cuestiones naturales de vivir muchos años o de irnos bien puede o no darse, las cuestiones espirituales referido a ello siempre se cumplirán si es que nos mantenemos fieles hasta el final.

 

Pero hay otra cuestión espiritual, qua verdad subyacente en este quinto mandamiento, que bien podemos llegar a comprender y es que la referencia a honrar a nuestro padres y a nuestra madre no solo se refiere, desde el punto de vista natural, a nuestros padres carnales, sino que, desde el punto de vista espiritual, también se refiere al Padre y al Hijo y a la iglesia de Dios.

 

Volviendo sobre la lectura bíblica, el versículo 8 señala “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”. Respecto del padre, “instrucción” se ha traducido de la palabra hebrea מוּסַ֣ר, mū·sar, que literalmente significa disciplina, castigo, corrección, y que nos dice Proverbios 3:11-12, reiterado por Hebreos 12:5-6, “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”, pero la figura del padre en el quinto mandamiento no solo apunta a nuestro Padre Dios sino también a nuestro Señor Jesús, ¿por qué?, por que como señala Colosenses 1:15, Él es la imagen del Dios invisible y como señala ese mismo libro pero en el capítulo 2 versículo 9, en Cristo habita toda la plenitud de la divinidad, por ello Cristo representa al Padre, lo cual es más que claro cuando consideramos aquel intercambio discursivo que nuestro Señor tuvo en su momento con Felipe: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? “(Juan 14:8-9), es por ello que entre los diferentes títulos que en Isaías 9:6 se le dan a nuestro Señor está el de Padre Eterno. Cristo no es igual al Padre, eso es claro, pero Él le representa, es por ello que la figura del padre en el quinto mandamiento apunta a nuestro Padre Dios pero también a nuestro Señor Jesús como representante de Aquel.

 

Ahora bien, en cuanto a la figura de la madre contenida en el quinto mandamiento, es interesante, volviendo sobre Proverbios 1:8 que dice “oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”, que en cuanto a la madre, la palabra “instrucción” se ha traducido del hebreo תּוֹרַ֥ת, tō·w·raṯ, que significa dirección, instrucción, ley. Una mujer en la Escritura simboliza una iglesia. Pablo en su segunda carta a los de Corinto les dice “porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:2), de igual forma escribiendo a los de Éfeso, Pablo les dice “maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). De esta forma queda claro que una  mujer en la Escritura simboliza una iglesia, por eso la mujer que cabalga la Bestia en Revelación 17 simboliza una iglesia, sí pero una iglesia apóstata.  Volviendo sobre Proverbios 1:8 que dice “oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”, como ya se dijo, en cuanto a la madre, la palabra “instrucción” se ha traducido del hebreo תּוֹרַ֥ת, tō·w·raṯ, que significa dirección, instrucción, ley, ¿y qué nos dice 1 Timoteo 3:14-15 respecto de la iglesia?, “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. De esta forma aquella honra mencionada en el quinto mandamiento hacia la madre apunta de manera natural a nuestra madre carnal, pero también a la iglesia de Dios.

 

Con esta comprensión espiritual referida al padre, nuestro Padre Dios y quien le representa, Jesús su Hijo,  y a la madre, la iglesia de Dios,  mencionados en el quinto mandamiento, puede entenderse con mayor profundidad y alcance lo señalado por Proverbios 6:20-23, léase teniendo en mente este significado espiritual: "Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre; átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; Hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen”.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que Se debe honrar a los padres, sigue vigente, natural y espiritualmente hablando, ya que el honrar a nuestro padre y a nuestra madre nos es requerido para que nuestros días se prolonguen en el sentido de acumular experiencia de vida que nos llevaría más tiempo si de vivirlo nosotros se tratara, así como para que nos vaya bien en la tierra que Dios nos da en el sentido de las promesas que alcanzaremos si así hacemos en el reino venidero, comprendiendo de igual forma que el padre y la madre señalados en ese quinto mandamiento tienen una connotación natural referida a nuestros padres carnales, pero también una connotación espiritual referida, en el caso del padre a nuestro Padre Dios y a quien le representa, su Hijo, y en el caso de la madre a la iglesia de Dios,  conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.


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