209. Se debe respetar a los sabios (Lv. 19:32)
“Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová.”
Como
parte del pacto que Dios estableció con su pueblo, había muchas de índole
social relacionadas con la manera en que tenían que conducirse unos con otros,
dentro de éstas, un aspecto primordial era el respeto que debía dárseles a sus
mayores.
En
el sentido natural estos mayores son aquellos que, con base a su edad, han
adquirido experiencia que los hace respetables ante los demás, pero de igual
forma, en sentido espiritual, hay un indicativo a las autoridades que en ese
aspecto Dios ha puesto sobre su grey, dichas autoridades están representadas por
lo conocemos como los doce y los setentas. Veamos cada uno.
Doce.
Hechos 7:1-17 contiene la relatoría dada por
Esteban previo a su martirio donde de una manera resumida presenta la historia
de la salvación en la que destaca, relacionado con el tema de Doce, la cuestión
de los doce hijos de Jacob de quienes posteriormente saldrían las doce tribus
de Israel.
Hechos 7
1El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es
esto así? 2 Y él dijo:
Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro
padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3 y
le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te
mostraré. 4 Entonces salió de la tierra de los
caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a
esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora. 5 Y
no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se
la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no
tenía hijo. 6 Y le dijo Dios así: Que su
descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a
servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. 7 Mas
yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto
saldrán y me servirán en este lugar. 8 Y le dio el
pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le
circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce
patriarcas. 9 Los patriarcas, movidos por
envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, 10 y
le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de
Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda
su casa. 11 Vino entonces hambre en toda la tierra
de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban
alimentos. 12 Cuando oyó Jacob que había trigo en
Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. 13 Y
en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a
Faraón el linaje de José. 14 Y enviando José, hizo
venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y
cinco personas. 15 Así descendió Jacob a
Egipto, donde murió él, y también nuestros padres; 16 los
cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero
compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
17 Pero cuando se acercaba el tiempo de la
promesa, que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en
Egipto,
Por su parte Hechos 7:8 relata la herencia
generacional del pacto hecho por Dios a Abraham: “Y le dio [Dios a Abraham] el
pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al
octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas”.
¿Alguna vez te has preguntado qué representan
los 24 ancianos que aparecen en Revelación 4:4? Ahora bien, tal vez te
preguntes qué tiene que ver el 24 de esta cita con el Doce del tema de este
estudio, lo que pasa es que para poder comprender qué representan aquellos 24 ancianos
de Revelación 4:4 hay que entender primero qué representa el Doce, y para
entender el Doce ¡hay que entender primero que representa el Seis! Esto porque
todo en la Escritura, absolutamente todo, está concatenado, no son cosas
aisladas sino que deben verse en conjunto e interrelacionadas unas con otras.
Con todo y todo, y antes de entrar de lleno a
este tema, hay que dejar muy claro que esto que se va a exponer forma parte de
lo que se llaman verdades de comprensión, es decir, son debatibles, incluso
corregibles o hasta rechazables, no son verdades de salvación las cuales están
contenidas en los principios doctrinales y por eso solo pueden ser aceptadas e
incluso defendidas. De ahí que si alguien tiene otra idea en cuanto a lo que se
va a exponer la misma puede analizarse, no es necesario contender, pero todo
análisis debe ser hecho a la luz de la Escritura, a la luz de los Principios
Doctrinales, y a la luz de la historia de la iglesia. Hecha esta aclaración
pasemos al tema.
Como se comentó, para entender qué
representan los 24 ancianos de Revelación 4:4 hay que entender primero qué
representa el Doce en la Escritura, y para entender el Doce hay que entender
primero qué representa el Seis en la Palabra.
Sin mucho preámbulo puede decirse que el Doce
en la Escritura significa Gobierno.
Primeramente veamos el Antiguo Testamento. En
Números 13:2 Dios le dice a Moisés “Envía tú hombres que reconozcan la tierra
de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres
enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos”. Estos doce príncipes
actuaban como representantes de su respectiva tribu siendo de esta forma
autoridad sobre ella. Esto lo corroboramos en Números 7:2-3 que señala “entonces los príncipes de
Israel, los jefes de las casas de sus padres, los cuales eran los príncipes de
las tribus, que estaban sobre los contados, ofrecieron; y trajeron sus ofrendas
delante de Jehová, seis carros cubiertos y doce bueyes; por cada dos príncipes
un carro, y cada uno un buey, y los ofrecieron delante del tabernáculo”.
Ahora, en cuanto al Nuevo Testamento, en Marcos
3:147-19 leemos respecto de Jesús “y estableció a doce, para que estuviesen con
él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar
enfermedades y para echar fuera demonios: a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan
hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a
Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el
cananista, y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa”. En la
misma línea de esto en Efesios 2:20, sobre los elegidos que conforman el Cuerpo
de Cristo, leemos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Y en Hechos 15 vemos a
Pablo yendo a Jerusalén y presentándose a los Doce para exponer la controversia
de la circuncisión en espera de la decisión de ésta autoridad.
De esta forma el Doce en la Escritura
significa Gobierno siendo que con este entendimiento pueden comprenderse muchas
citas que de manera natural apuntan a una comprensión espiritual, como las 12
fuentes mencionadas en Éxodo 15:27 que apuntarían a esas verdades divinas que
son dispensadas por las autoridades del Pueblo de Dios, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento, por parte de las autoridades que Dios mismo ha
puesto sobre dicho pueblo.
Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué
específicamente ese gobierno está conformado por Doce?, es decir, bien pudieron
ser Siete, que significa perfección, o Diez, que significa plenitud, pero ¿por
qué Doce? Para entender esto hay que primero entender, como se dijo al inicio,
la implicación del Seis en el Doce.
El Seis es el número del hombre ya que éste
fue creado al sexto día como leemos en Génesis 1:26-31, y aquí cabe la pregunta
¿por qué Dios creó al hombre al sexto día?, ben pudo haberlo creado al inicio
para que el hombre fuera testigo de toda la creación de Dios, o a la mitad de
la semana creativa cuando ya había condiciones físicas para ello, pero no, Dios
lo crea al sexto día, ¿por qué? Todo en la Escritura tiene una verdad
subyacente y todo está, como ya se dijo, concatenado: El 24 con el Doce, el
Doce con el Seis, y el Seis con el Plan de Dios para con la humanidad.
El por qué Dios crea al hombre al sexto día
es un tema mucho muy extenso que nos llevaría a desviarnos del tema principal
del Doce, pero, dado que es menester entender esto se hará un breve resumen.
La semana creativa, vista no naturalmente
sino espiritualmente, apunta al Plan de Dios para con la humanidad y tiene un
referente en las siete fiestas de Dios. Al primer día tiene que ver con la Pascua
cuando la Luz, Cristo, es creado; el segundo día, día de creación vertical,
cuando se crea un firmamento que separa las aguas de arriba de las aguas de
abajo tiene que ver con Primicias cuando se separa lo natural de lo espiritual;
el tercer día, día de creación horizontal, cuando se separa el agua y la
tierra, tiene que ver con Panes sin levadura, la vida cristiana que separa a
los elegidos el resto; el cuarto día, creación de los luceros, tiene que ver
con Pentecostés, esa verdad que viene de Dios a los suyos para que alumbren
sobre la tierra; el quinto día, creación de aves y peces, tiene que ver con
trompetas cuando aquellos que hubieren sido como peces con escamas y aletas, es
decir no inmundos, nadando en las aguas de la verdad, sean resucitados/transformados
para ascender, como las aves, a los cielos a recibir a nuestro Señor; el sexto
día, creación de animales de tierra y el hombre, se refiere a Día de la
Expiación donde se quitará esa animalidad de la humanidad para llegar a ser
hijos de Dios; y el séptimo día, día de reposo, el Shabat, apunta a
Tabernáculos cuando cumplimentándose el plan de Dios para con la humanidad Dios
mismo habite entre nosotros y nosotros mismos seamos tabernáculos donde Dios
habite en nuestro interior.
Con este entendimiento puede comprenderse por
qué el hombre fue creado el sexto día, pero, volviendo a nuestro tema, ¿qué
tiene que ver el doce con el seis?
El doce no es otra cosa más que el seis
duplicado, es decir, dos veces. El dos en la Escritura apunta al Antiguo y al
Nuevo Testamento, a la fe y a las obras, a la Ley y al Testimonio, de esta
forma el Doce, como gobierno, apunta a la organización del pueblo de Dios donde
lo anterior se hace evidente.
Pero el Doce no solo apunta a la
colectividad, es decir, al Pueblo de Dios como tal, sino también a la
individualidad, es decir, a cada uno de nosotros.
En Deuteronomio 27:11-14 tenemos las
bendiciones y las maldiciones que Dios puso delante del Pueblo de Israel previo
a la entrada de éste a la Tierra Prometida. Las bendiciones serian proclamadas
por seis príncipes de las seis tribus de Israel apostados sobre el monte
Gerizim y las maldiciones serian proclamadas por los otros seis príncipes de
las otras seis tribus de Israel apostados sobre el monte Ebal. Eso apunta a
nosotros pues en cada elegido dos naturalezas hay, la natural con la que se
nació y la espiritual que inició al venir a salvación, dos hombres pues hay en
nosotros simbolizados por esos seis que bendicen desde un monte y los otros
seis que maldicen sobre otro. Esos dos hombres dentro de nosotros son a los que
Pablo se refiere en 1 Corintios 2:14-15 cuando dice “pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las
cosas; pero él no es juzgado de nadie”. De esta forma en nosotros de manera
individual también hay un gobierno de Doce, solo que en nuestro caso seis están
en pugna contra los otros seis, las bendiciones contra las maldiciones, para
darnos la oportunidad de elegir, es decir, de gobernarnos.
Así el Doce se entiende como gobierno,
gobierno colectivo referenciado a los doce príncipes representantes y
autoridades de las doce tribus de Israel en el Antiguo Testamento y los doce
apóstoles representantes y autoridades de la iglesia de Dios en el Nuevo
Testamento.
Pero aún no se contesta la pregunta ¿por qué
Doce para simbolizar ese gobierno? Para entender esto hay que disgregar el Doce
en dos números que lo conforman: El Diez y el Dos. El Diez se refiere a los
Diez Mandamientos, la Ley, y el Dos se refiere al andar y al hacer, es decir,
al Testimonio. Providencialmente así son definidos los santos y las santas de
Dios cuando Revelación 12:17 señala “entonces el dragón se llenó de ira contra
la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella,
los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.
Así los santos y las santas de Dios son definidos por el Diez, los que guardan
los mandamientos de Dios, y el Dos, los que tienen el testimonio de Jesucristo.
Pero eso aún no nos dice todo sobre por qué
Dios escogió al Doce para representar eso. La pieza que falta la tenemos en 1
Reyes 12 cuando Israel se separa de Judá. Este punto de inflexión e la historia
de la salvación marca un hito que todavía repercute hasta nuestros tiempos.
Israel, el reino del norte, que se separó de la Casa de David, estaba
conformado por diez tribus, por su parte en el reino del sur quedó Judá y
Benjamín como podemos leerlo en 1 Reyes 12:21, esto ya había sido profetizado
desde antes como podemos leerlo en 1 Reyes 11:31-32. De esta forma podemos ver
que el Doce era necesario para simbolizar claramente la cuestión de la Ley y el
Testimonio, siendo que la separación del reino rompió esta unidad, tal como es
definida para los santos y las santas de Dios, pues las diez tribus del norte,
llevadas cautivas por Asiria, se dispersaron por el mundo no volviendo a la
tierra prometida, como se profetizó en Amos 9:9 siendo que el Diez
representaría lo que les faltaría pues en la actualidad, esa mezcla entre las
naciones que se dice cristiana, no la iglesia de Dios, sino los que se dicen
cristianos, les falta la Ley pues por según esto la Gracia la rechazan; de
igual forma el reino del sur, Judá y Benjamín, que fueron llevados cautivos por
Babilonia y que sí regresaron a Israel y que sus descendientes son los que
actualmente conforman el Estado de Israel, en cuanto al Dos, señalan lo que les
hace falta: el testimonio de Jesús. Pero los santos y santas de Dios, su
iglesia, tiene tanto la Ley como el Testimonio, el Diez y el Dos, un gobierno
individual y colectivo que apunta a la perfección y a la santidad.
Nomás como aclaración: Cuando se dice que las
die tribus del norte no regresaron jamás a Israel se habla de la generalidad de
ellos ya que hubieron algunos, cuando se dividió el reino de David, que
reconociendo a su Casa como la real y a Jerusalén como el centro de la
adoración verdadera se vinieron del norte al sur radicando ahí, por eso a veces
después de la caída del reino del norte, se mencionan a algunos descendientes
de aquellas tribus en el reino del sur, esto incluso hasta en tiempos de Jesús,
pero, a diferencia del reino del sur, sobre el reino del norte no hay una sola
cita que indique que regresaron en su totalidad de la cautividad asiria.
Pero bueno, muchos de estos temas requerirían
abordarlos en profundidad lo cual nos desviaría del tema principal, así que
retomándolo podemos ya avanzar a identificar a qué representan los 24 ancianos
de Revelación 4:4.
Sobre estos Revelación 4:4, 10 señala “Y
alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a
veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus
cabezas […] los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado
en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus
coronas delante del trono…” Si Doce representa Gobierno, un gobierno que como
ya se vio estaba tanto en el Antiguo Testamento representado por los doce
príncipes, cada uno de cada tribu de Israel, y en el Nuevo Testamento por los
doce apóstoles del Señor, ¿a qué representarán estos 24 ancianos? Creo la
respuesta salta a la vista pues 24 no es otra cosa sino la suma de doce y doce
y, ¿qué nos dice Pablo sobre Cristo en Efesios 2:14? “Porque él es nuestra paz,
que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación”,
¿cuáles son esos dos pueblos?, si leemos el inicio de ese capítulo podemos
darnos cuenta que Pablo se está refiriendo a Israel y a los gentiles, de esta
forma aquellos 24 ancianos simbolizan a esos dos pueblos hechos uno, ese 24 no
son dos pueblos, sino un solo pueblo resultante de unir a los que antes
estuvieron separados en una sola familia: La Familia de Dios.
Setenta.
Éxodo 24:1-18 contiene la relatoría previa a
la entrega de la Ley por parte de Dios a su pueblo, en la figura de Moisés, en
Sinaí. En dicha relatoría resalta que parte de la comitiva que acompañó a
Moisés hasta el monte, aunque solo Moisés subió a él, eran, aparte de Aharon,
su hermano, y los dos hijos de Aharon, aquellos setenta que auxiliaban a Moisés
para instruir al pueblo e impartir justicia.
Éxodo 24
1 Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová,
tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os
inclinaréis desde lejos. 2 Pero Moisés solo se
acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.
3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas
las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una
voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4 Y
Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó
un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de
Israel. 5 Y envió jóvenes de los hijos de Israel,
los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a
Jehová. 6 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la
puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y
tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos
todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces
Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del
pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
9 Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y
Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; 10 y
vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de
zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. 11 Mas
no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a
Dios, y comieron y bebieron.
12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a
mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y
mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y
se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y
dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí
Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos.
15 Entonces Moisés subió al monte, y una
nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová
reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo
día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la
apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del
monte, a los ojos de los hijos de Israel. 18 Y
entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte
cuarenta días y cuarenta noches.
Lucas 10:1, por su parte, señala como es que
parte del ministerio de Jesús, como una pre-organización de su iglesia, aparte
de los doce que inicialmente constituyó, también estableció a setenta para
difundir las Buenas Nuevas: “Después de estas cosas, designó el Señor también a
otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y
lugar adonde él había de ir”
Hay números en la Escritura que por sí mismo
contienen una verdad subyacente, pero hay otros que para abordar esa verdad
subyacente deben ser disgregados en los números que lo componen, ese el caso
del número setenta el cual surge de multiplicar siete por diez, lo cual pudiera
decirse como siete veces el diez o diez veces el siete, luego entonces para
entender la verdad subyacente en el setenta, comprendiendo de manera espiritual
los pasajes en los cuales este número aparezca, es menester entender el
significado de aquellos números que le dan origen, como ya se dijo, el diez y
el siete.
Sobre el número diez, la principal referencia
escritural tiene que ver con la Ley de Dios, sus Diez Mandamientos; en cuanto
al siete, si se consideran las principales referencias del mismo relacionadas
con la semana de la creación y con las fiestas decretadas por Dios para con su
pueblo como parte de su pacto, puede verse que el mismo se refiere a un
proceso, proceso perfecto ya que es como debe ser y perfecto ya que produce
resultados perfectos.
De esta forma el setenta tiene que ver con un
proceso perfecto relacionado con la Ley de Dios, ¿cuál podría ser ese proceso?,
y ¿qué tiene que ver con la organización de la iglesia de Dios?
Como es bien sabido, la salvación es por
gracia a través del sacrificio redentor de Jesús, de esta forma nadie puede
pretender salvarse por cumplir la Ley de Dios, sobre esto, Pablo escribiendo a
los de Éfeso les dice “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”
(Efesios 2:8-9); y de nueva cuenta
escribiendo a los de Roma, Pablo hace énfasis en esto último añadiendo el valor
intrínseco que la Ley tiene: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano
será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento
del pecado” (Romanos 3:20).
Pero más aún, Pablo escribiendo a los hebreos
es muy claro en que la Ley por sí misma carece de la capacidad de perfeccionar
a alguien: “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su
debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de
una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios” (Hebreos 7:18-19).
De esta forma, y considerando que la Ley por
sí misma no puede perfeccionar a nadie, ¿cómo es que en el setenta se encuentra
la misma como parte de un proceso perfeccionador?, eso habría que verse a la
luz del complemento del diez, la Ley, para dar setenta: el siete.
El siete, como ya se dijo, a la luz de la
semana creativa y de las fiestas decretadas por Dios para con su pueblo como
parte de su pacto, apunta a un proceso perfecto, perfecto ya que es como debe
ser y perfecto ya que produce resultados perfectos. De esta forma, si se toma
aquella Ley, simbolizada por el diez, como parte de un proceso perfecto,
simbolizada por el siete, se tiene un resultado donde ambos confluyen para
lograr el propósito de Dios establecido por la humanidad.
Isaías, de manera profética, y referido a
Jesús, escribió en su momento, “Jehová se complació por amor de su justicia en
magnificar la ley y engrandecerla” (Isaías 42:21), ¿cómo podría Dios, por medio
de Jesucristo, magnificar su Ley y engrandecerla?, llevándola a niveles
espirituales de perfección y santidad.
Jesús, después de haber entregado aquello que
se conoce como las bienaventuranzas (Mateo 5:1-12), y después de dejar muy
claro que no había venido para abrogar la Ley sino para cumplirla (Mateo
5:17-20), comenzó otro discurso donde, haciendo referencia a la Ley de Dios la
llevó a niveles espirituales de perfección y santidad:
Mateo 5
21 Oísteis que
fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable
de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio,
a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo,
quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, 24 deja
allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano,
y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Ponte
de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino,
no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas
echado en la cárcel. 26 De
cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
27 Oísteis que
fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo
que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su
corazón. 29 Por tanto, si
tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es
que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno. 30 Y si tu mano
derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
E inmediatamente se sigue señalando
cuestiones relativas a la vida cristiana que si bien no formaban parte de la
Ley de Dios, estaban incipientemente contenidas en las leyes mosaicas debiendo,
en su acepción espiritual ser cumplimentadas por sus seguidores:
Mateo 5
31 También fue
dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero
yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,
hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
33 Además
habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al
Señor tus juramentos. 34 Pero yo os digo:
No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de
sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes
hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero
sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede.
38 Oísteis que
fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero
yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y
al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar
carga por una milla, ve con él dos. 42 Al
que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que
fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced
bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que
está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace
llover sobre justos e injustos. 46 Porque
si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo
mismo los publicanos? 47 Y
si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen
también así los gentiles? 48 Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.
La parte final de la cita anterior es la que
permite ver esa perfección que puede alcanzarse, no por la Ley, sino por
incorporar a la misma en aquel proceso establecido para replicar en cada uno el
carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, ¿y cómo se hace esto?, aquí es
donde entra la organización de la iglesia de Dios.
En Lucas 9 Jesús establece y comisiona a los
doce, sus Apóstoles, y en Lucas 10, después de lo anterior, comisiona a otros
setenta para auxiliar a los doce en la comisión establecida: “Después de estas
cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos
delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir” (Lucas 10:1).
De esta forma los setentas, como parte de la
organización establecida por Jesús para con la iglesia de Dios, realización de
la sombra contenida en el Antiguo Testamento en la figura de los setentas que
auxiliaban a Moisés en la instrucción e impartición de justicia al pueblo,
ayudan al pueblo de Dios precisamente en eso: en la manera en que deben vivir
su vida conforme a la voluntad de Dios cumpliendo su Ley, sí, pero no solo
materialmente sino incluso espiritual, llevando a la misma a los niveles de
perfección y santidad requeridos para todo hijo de Dios. Esto es confirmado por
Pablo quien, escribiendo a los de Éfeso, les dice “y él mismo [Jesús]
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos
a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto,
a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13)
El
mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que se debe respetar a los sabios, sigue
vigente, más sin embargo espiritualizado, referido, a las autoridades de la
iglesia, doce y setenta, las cuales coadyuvan al Espíritu en su trabajo edificativo que permita en cada uno
replicar el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios.

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