195. Se debe dar caridad a los pobres (Lv. 25:35,36; Dt. 15:8)


 

“Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia”

 

“sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite”

 

Como parte del pacto que en su momento Dios hizo con su pueblo, decretó ciertas normativas que bien podrían indicarse como de solidaridad con el prójimo. Obvio que esto es posible cuando uno ha sido bendecido de parte de Dios siendo que esas bendiciones no son para beneficiarnos egoístamente, sino que para, siguiendo su ejemplo, extendamos la mano a aquel que tiene alguna necesidad.

 

Salmos 68:1-18 contiene la relatoría relativa a los beneficios con que Dios colma a aquellos que le obedecen.

 

Salmos 68

Sálvame, oh Dios,

Porque las aguas han entrado hasta el alma.

Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;

He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.

Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;

Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.

Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa;

Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué.

¿Y he de pagar lo que no robé?

Dios, tú conoces mi insensatez,

Y mis pecados no te son ocultos.

No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos;

No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.

Porque por amor de ti he sufrido afrenta;

Confusión ha cubierto mi rostro.

Extraño he sido para mis hermanos,

Y desconocido para los hijos de mi madre.

Porque me consumió el celo de tu casa;

Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.

10 Lloré afligiendo con ayuno mi alma,

Y esto me ha sido por afrenta.

11 Puse además cilicio por mi vestido,

Y vine a serles por proverbio.

12 Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta,

Y me zaherían en sus canciones los bebedores.

13 Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;

Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia,

Por la verdad de tu salvación, escúchame.

14 Sácame del lodo, y no sea yo sumergido;

Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.

15 No me anegue la corriente de las aguas,

Ni me trague el abismo,

Ni el pozo cierre sobre mí su boca.

16 Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia;

Mírame conforme a la multitud de tus piedades.

17 No escondas de tu siervo tu rostro,

Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.

18 Acércate a mi alma, redímela;

Líbrame a causa de mis enemigos.

19 Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio;

Delante de ti están todos mis adversarios.

20 El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado.

Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo;

Y consoladores, y ninguno hallé.

21 Me pusieron además hiel por comida,

Y en mi sed me dieron a beber vinagre.

22 Sea su convite delante de ellos por lazo,

Y lo que es para bien, por tropiezo.

23 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean,

Y haz temblar continuamente sus lomos.

24 Derrama sobre ellos tu ira,

Y el furor de tu enojo los alcance.

25 Sea su palacio asolado;

En sus tiendas no haya morador.

26 Porque persiguieron al que tú heriste,

Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.

27 Pon maldad sobre su maldad,

Y no entren en tu justicia.

28 Sean raídos del libro de los vivientes,

Y no sean escritos entre los justos.

29 Mas a mí, afligido y miserable,

Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.

30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico,

Lo exaltaré con alabanza.

31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey,

O becerro que tiene cuernos y pezuñas;

32 Lo verán los oprimidos, y se gozarán.

Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,

33 Porque Jehová oye a los menesterosos,

Y no menosprecia a sus prisioneros.

34 Alábenle los cielos y la tierra,

Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.

35 Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá;

Y habitarán allí, y la poseerán.

36 La descendencia de sus siervos la heredará,

Y los que aman su nombre habitarán en ella.

 

De igual forma, Salmos 68:19 señala de manera resumida lo anterior, a saber, que Dios beneficia con creces a aquellos que le obedecen: “Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salvación. Selah”.

 

De esta forma, como podemos ver, es más que claro para los elegidos literalmente la infinidad de beneficios con que Dios nos colma diariamente.

 

Eso de infinidad de beneficios no es meramente una expresión sino más bien una realidad. De los múltiples beneficios que Dios diariamente nos concede podríamos citar por ejemplo la salud, la familia, el trabajo, los amigos, el descanso, la tranquilidad, entre otros. Pero veamos uno de ellos para entender aquello de la infinidad de beneficios. Para esto tomemos la salud.

 

Para poder decir que tenemos buena salud debemos enfocarnos en todo lo que esto conlleva, es decir, que millones y millones de células que en el cuerpo humano deben estar funcionando bien, en orden y armonía para que así sea.  ¿Sabías que el cuerpo humano tiene entre 5 y 10 billones, no millones sino billones los cuales son millones de millones, de células?, pero eso no es todo, en cada célula hay 45 millones de moléculas de proteínas, así es: 45 millones de moléculas de proteínas en cada célula. Nomás sin multiplicas 45 millones de proteínas en cada célula por 5 o 10 millones de millones de células, te da una cantidad que ni siquiera se puede nombrar.

 

Pero ahí no termina todo dado que en cada célula existen cada segundo, cientos de interacciones químicas, llamadas interacciones metabólicas, consigo misma y con las demás células que permiten que todo funcione en armonía.

 

Saca cuentas: Cientos de interacciones metabólicas en cada una de las millones y millones de células de tu cuerpo sostenidas cada una por millones de moléculas de proteínas. El resultado excede nuestra imaginación. Y eso no es diariamente sino en cada segundo pues en cuanto exista un desequilibrio en aquello vienen los problemas.

 

¿Te fijas? Hablar de la salud en términos genéricos pareciera se habla de una sola cosa, pero para que esa una sola cosa funciones se requiere, como ya se dijo, millones y millones y millones de condiciones para que así sea, ¿y quién sostiene todo eso en cada uno de nosotros cada segundo de nuestra vida? Es por eso que decimos que los beneficios de Dios sin literalmente infinitos, y eso hablando nomás del tema de salud ya que si metemos todos los demás temas veremos la literal infinidad de situaciones y condiciones que cada segundo Dios cuida para cada uno de nosotros para llevar la vida que llevamos.

 

Pero más allá de los beneficios naturales que podemos ver, como los ya mencionados, existen para los elegidos beneficios espirituales que aún más exceden nuestra imaginación, siendo el principal la salvación dada por el sacrificio redentor de nuestro Señor. En el caso de las cuestiones naturales, como vimos anteriormente, podemos hacer cálculos y, aunque lleguemos a cifras exorbitantes, concluir en algo, pero en cuanto a las promesas de vida que se nos han hecho, ¿alguien podría cuantificar la eternidad?, eso por eso que los beneficios espirituales exceden infinitamente a los infinitos beneficios materiales que de parte de Dios recibimos.

 

Dios nos bendice con infinitos beneficios, en función de ello se espera que en la medida de nuestras posibilidades podamos de igual forma beneficiar a los demás.

 

Jacobo, el medio hermano de Jesús, hablando de cuestiones naturales pero referidas a nuestra fe, señala de manera inspirada en su carta, “hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:14-17).

 

Pero como elegidos no solo estamos llamados a compartir con los demás los beneficios que de parte de Dios recibimos sino mayormente aquellos beneficios espirituales que podrían recibir.

 

Sobre esto nuestro Señor les dijo a los suyos poco antes de partir, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos, “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16). Más como dice Pablo escribiendo a los de Roma “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14-15).

 

Pero los beneficios no terminan en ayudar naturalmente a los demás y anunciarles, de manera espiritual, las Buenas Nuevas, sino que abarca todo nuestro vivir el cual debe sustentarse en el amor.

 

Sobre esto Pablo escribe a los de Corinto y en su primera carta les dice “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:1-7).

 

Nomás como aclaración, amor, escrituralmente hablando, no es ese sentimiento que el mundo denomina así, sino que se refiere más bien a un acto de voluntad, a algo que uno hace, le nazca o no, pues comprende que esa es la voluntad de Dios. Como escribe de manera inspirada Juan en su primera carta “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3), y en cuanto al trato con los demás “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2).

 

Así que amar a los demás no es una cuestión sentimentaloide, algo que hagamos solo si nos nace, es un acto de voluntad, incluso podríamos decir un acto de voluntad que puede ir en contra de nuestros deseos egoístas naturales.

 

Con esto en mente vuelve a leer la cita de Pablo de 1 Corintios 13:1-7, sobre todo la parte final donde dice que “el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”, y entenderás porque en ninguna parte dice “si es que le nace, si así lo siente” ya que más bien es una cuestión de voluntad.

 

“Pero –alguien podría preguntar– ¿dónde queda la cuestión emocional?” Te acuerdas de los matrimonios de antes, aquellos que se arreglaban entre los padres de los futuros esposos, estos matrimonios no empezaban con una cuestión emocional, pero luego, con el trato, la convivencia, la intimidad, se desarrollaba un vínculo emocional muy fuerte. De igual forma en este actuar con amor, como la Escritura lo define, si bien comenzamos ejerciendo nuestra voluntad, incluso, como ya se dijo, contra nuestros deseos egoístas, llegará el momento en que el aspecto emocional también se desarrolle y en ambos, siendo parte de nuestra naturaleza, reflejemos el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios. Así que no te preocupes, aunque hoy, cumpliendo la Palabra, lo que hagas no te nazca, incluso sea un esfuerzo, llegará el momento en que surja espontáneamente de ti con ese sustento emocional que reflejará en plenitud lo que para todo hijo de Dios nuestro Padre espera.

 

El mandamiento contemplado en las leyes mosaicas de que se debe dar caridad a los pobres sigue vigente, más sin embargo espiritualizado referido los literalmente infinidad de beneficios, tanto naturales como espirituales, con los que el Padre nos colma diariamente y, en concordancia con esto, compartamos con los demás, en la medida de nuestras posibilidades, dichos beneficios cumpliendo así la ley del amor sabiendo que, aunque ahorita tengamos que hacerlo por voluntad llegará el momento en que espontáneamente nos nazca, conforme a la voluntad del Padre y para Su mayor gloria en Cristo Jesús.


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